Esa cosa que llamamos amor.

Cuando nacíste
la enfermera
le dijo a tu madre
sin tapujos:
Tu hija se irá lejos.
Ha llegado a este mundo
con una golondrina
tatuada en sus espaldas.
Eso fue en Septiembre,
lo recuerdo
porque los huracanes
estaban brotando en el Caribe.

Con los años
se cumplió la profecía.
Un día metiste tu ropa
en una botella de Canada Dry
y te echaste al mar.
Y nadaste tan lejos
como pudiste
o como la corriente del Golfo
te permitió
y llegaste a la vieja Europa
exultante de sal
y con algas anudadas en el cuello.

Eso fué hace tiempo
cuando te dejabas gobernar
por esa cosa que llamamos amor.

Ahora con unos años de más
y unos kilos que no sabes
dónde esconder
miras las cartas marinas,
escuchas los partes del tiempo,
avizoras las rutas de las migraciones;
porque sospecho
que quieres regresar a aquella isla,
porque conjeturo
que la nostalgía te tiene acorralada.


Y para que nadie lo dude,
para que yo no me haga
falsas ilusiones,
te has borrado con láser,
la golondrina
que tenías tatuada en las espaldas.


 


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