Todos los caminos tienen un final.


Escucho el parte del tiempo,
volverá a nevar sobre los Pirineos
y doy saltos como un niño
al que le han anunciado que comerá helado de chocolate
y no necesita compartirlo con nadie.

A mis penas
las llevo hasta las montañas
y en algún punto de la frontera con Francia
las hago reposan sobre la nieve
suavemente
junto a los dolores
de hacerme un hombre,
pero es la única manera que tengo
de asegurarme
que acabarán por desaparecer con la primavera.








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