Junto a los ríos de Babilonia me senté y lloré.

Vivo en Babilonia. O sea en el exilio. Pero a aquella isla la llevo en el corazón. Uso las redes sociales para no estar solo y para gritar a los cuatro vientos que sigo vivo. Y es que aquella isla pesa mucho. Duele mucho. Si lo sabré yo que tengo el corazón a flor de piel y en carne viva y cada vez que puedo me llego a la costa, donde el mar es de espuma y avisoro el horizonte con la esperanza de que esa tierra que llaman Libertad venga a nosotros.
Así que cuando ví la foto de la bloguera más famosa de Cuba junto al ex presidente de la peninsula que dijo que había que ir a la guerra para asegurarnos la paz, mirándome desde la pantalla de mi ordenador y sonriendo como si por el pasado nunca debemos llorar, dejé de respirar por un minuto para hacer una oración.
Busqué en Google Earth aquella isla y cerré los ojos. Y abri los labios y sólo el Sr. Dios sabe lo que dije. Sólo él. Y es que hay oraciones que es mejor no pronunciarlas en voz alta. Hay súplicas que es mejor hacer en silencio. Pero no dije amén al finalizar. Simplemente me cubrí el cuerpo como quien sale al campo de batalla dispuesto a que una espada sólo le cause rasguños y caminé hasta el Puente de Piedra que hay en mi ciudad. 
Y allí junto al río, me senté y lloré.





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