Kära mormor*:

Zaragoza, Abril, 2013

Ahora puedo relatarte de como esta mi mundo después de tu partida. Siempre creí que la primavera era el mejor momento para escribirte sin que la nostálgía me hiciese daño. Es la estación donde las ausencias no me causan dolor. Y lo sigo creyendo. Ahora sabrás muchas más cosas que yo. Sabrás, por ejemplo, que nada nos hace tanto daño a los isleños, que vivimos en tierra firme, como esa falta de movimiento en el horizonte. Esa escases de azul. Ese abandono del salitre en el aire que respiramos.
Un día te prometí escribirte y darte noticias de la vida aquí en el Valle del Ebro. Y lo prometido es deuda. Comenzaré diciéndote que los tulipanes han brotado otra vez. La tierra se abrió y unas suaves protuberancias aparecieron. Y se levantan valientes hacia el cielo. Dentro de unos días podremos ver el color de los pétalos. La abubilla ha regresado hace unos días al ciprés del patio de los vecinos y viene y va trayendo pequeñas ramas para reconstruir el nido. Canta en el atardecer. El cielo está gris. De ese tenue gris que sólo puede profetizar lluvia. Los helechos del patio se han cubierto de nuevas hojas. Y un tenue olor a humedad me inunda la terraza como si se tratase de un diluvio.
Ahora te cuento de la iglesia. En el dos mil trece, kära mormor, seguimos sin saber como dar buenas noticias. Seguimos sin encontrar un lugar para darle al evangelio un nuevo status. Nos entretemos en modernizar los reglamentos, en contextualizar la doctrina, en esclarecer la identidad, cuando lo que urge es recuperar a Jesús como autor de la fe.
Intento no ser el tipo de pastor que parece vivir con siglos de retraso. Intento no trasmitir la fe como si fuera una herencia. Intento que el mensaje de Jesús no encuadre a los creyentes en torno al domingo solamente. De veras que lo intento, abuela. Pero no siempre tengo éxito. Pero albergo la sospecha, que en el futuro, la iglesia que tú y yo conocimos ya no será más. Y esta es la buena noticia. Y es que tus bisnietos y tataranietos no miraran tanto al pasado como lo hacemos nosotros. Ellos no serán cristianos como lo fuímos nosotros. Seguirán sus propios caminos.
Y saber que hay un camino por hacer. Un camino nuevo, me llena de ilusión. Si, estoy ilusionado. Como hacía muchos meses no lo estaba.
Espero haberte dicho que los tulipanes han brotado otra vez. Que la abubilla ha regresado. Que llueve sobre la ciudad. Que un olor a humedad llega hasta mí, como un perfume. Y que estoy aprendiendo a creer; pero de otra manera.
Recibe un cálido abrazo y un beso desde tierra firme.

Tu nieto, el que vive entre penisulares.



* Querida abuela materna (en sueco).

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