Hablando de la cebolla.

Nací rodeado de plantas. Así que antes de poder decir los cinco primeros libros de la Biblia era capaz de  nombrar a todos los árboles y arbustos que rodeaban la casa.  Framboyan, acacia, adelfa, helecho, mango, bienvestido, mamoncillo, laurel, limonero, caoba, aguacatero, etc. Fui alguien con una infancia sin traumas ni grandes aspavientos y quizás por eso me gusta Albinoni, sobre todo al atardecer y cada vez que visito una localidad nueva preguntó con insistencia si hay un arboretum o un botánico antes de visitar las iglesias del lugar.
Cuando cumplí los diez y ocho años debí elegir que estudiaría y como en aquella época los cristianos no podíamos estudiar Ciencias Sociales en esa isla que está en medio del Golfo de Méjico,  me fui a la universidad a estudiar dendrología. Así que todo lo que aprendí de botánica sistemática lo aprendí en Pinar del Rio. Y cuando digo todo, es todo. 
Aprendí por ejemplo que en los pinos los conos masculinos están en la parte superior del árbol y los femeninos en la parte inferior. Aprendí que las espinas son hojas modificadas. Aprendí que el nombre latino de la cebolla es Allium cepa. Pero hoy no disertaré sobre el sistema reproductivo de los pinos ni sobre las espinas. Hablaré sobre la cebolla. Su cultivo originario está ubicado en Asia central y que resulta muy recomendado para los que sufren el reumatismo, los que tienen alto el ácido úrico y previene, sobre todo la cebolla roja, la osteoporosis e infecciones de la próstota.
Pero hay más. La cebolla produce lágrimas. Y es que cuando es cortada, el bulbo libera una sustancia irritante llamada sulfóxido de tiopropanal con la finalidad primaria de defensa frente a los depredadores,  pero los hombres y las mujeres hemos aprendido a no dejarnos llevar por las lágrimas y dejamos que el cuchillo penetre hasta el mismo corazón de la cebolla.
A veces frente al Sr. Dios acabo con los ojos enrrojecidos y las mejillas mojadas.Y es que lo que me dice me duele y acabo llorando. Es como si su voz fuera cortando mi piel sin misericordia alguna, los músculos sin compasión, los nervios con alevosía, los huesos sin miramientos y se acercara peligrosamente al corazón.
Y cuando me toca el corazón entonces estoy desnudo y desarmado. Y me siento solo y desamparado. Y es que el Sr. Dios tiene el don de verme como nadie me. Y no me gusta estar así: sin ropa ni hojas de higuera. Sin una defensa. Sin una excusas.  Y lloro de impotencia y de rabia. Lloro porque me he pasado casi toda mi vida cubriéndo de capas protectoras mi corazón.  Y de pronto llega él y me abre el pecho sin previo aviso. Y saca a la luz todas mis oscuridades y miedos. 
Y lloro porque ya no podré seguir viviendo como una Allium cepa, sino como un ser humano. Y no sé como hacerlo.

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