Ya no pido un milagro.

Nunca espero prodigios
pero lo bueno de ir a una boda civil
es que acabas ensuciado con la vida,
pero descubres que no todo
tiene porque ser analizado.
Si te fijas bien
entre los comensales de tu mesa
acabarás descubriendo
que el rostro de los que sufren
es muy parecido en gestos
y arrugas,
al del que piensa constantemente.
Pero he tenido la fortuna
de que me sentaran en una mesa
donde algunos leen y otros escriben.
Y es que no me imagino
rodeado de gente que desprecie el arte
o que solo sepa hablar de trabajo,
de dinero o del gobierno.
Quizás el mundo de afuera
no exista,
quizás esto de venir a una fiesta
a Caná de Galilea
sea un pretexto
para llenar de alegría nuestra existencia
a veces tan asquerosa.
No sé si ha quedado claro
pero lo bueno de participar en una boda civil,
sobre todo cuando ya se está acabando,
es que te vuelves lúcido,
y todo acabas vaciándolo
en el molde de tu espíritu
y si no tienes espíritu
entonces no tienes nada.
Y como ya no pido un milagro
estoy abiertamente dispuesto
a que me digas sin pelos en la lengua
que este vino que ahora bebo
antes fue agua.

Pradejón, 2013

Comentarios