El amor en el tiempos del hambre.

a King Kong, que se dejó matar por la belleza.

El amor no es
lo que la mayoría de los solteros creen
o practican;
bueno, en realidad los que viven en pareja
tienen algunas ideas erradas al respecto
pero la saben disimular detrás de una sonrisa
o de una de esas uniones eternas.
Asi que no se trata, por esta vez,
de si estás sólo o acompañado,
aquí el número no importa;
sino de tener los pies sobre la tierra,
y la cabeza llenas de bonitos muebles,
ahora se trata, más bien,
de tener hambre,
hambre en el corazón.
El amor no precisa de referencias,
sólo cuando ha dejado de ser amor
para metamorfosearse en otra cosa
es que pedimos las reseñas
y los antecedentes penales.
El amor, no sé por qué extraño motivo
hace de las suyas sin previo aviso
o sin anuncio de hostilidades.
Y así de pronto, sin darte cuenta
estás en lo alto del Empire State
mirando como sale el sol en el horizonte
y la mano del amor sujeta la tuya.
Y es que el amor, hay que decirlo,
de una vez por todas, es un viaje,
un encuentro, es un secuestro,
un síndrome de Estocolmo compartido,
una lucha, un combate.
Y al final hay una muerte.
Si, siempre hay un final
detrás de cada historia
y uno de los dos acaba por morir.
Pero si no fuera así
entonces no sería amor,
sino una historia para niños
con un final feliz.
Y los adultos sabemos,
ya nadie nos puede engañar,
que no hay finales felices,
sino una historia de amor
que comenzó en la selva
y acabó en New York.





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