El hombre cromático.

Los lunes en la tarde me atrinchero en la libreria de la FNAC que está en la Plaza de España a leer libros. Y leo libros caros. Libros que no me puedo comprar. Libros de pintura. Libros de arte. Libros de historia. Libros de filosofía.
Allí conoci a Benci. Benci nació en Hungría. Es pintor y reformado; pero no acude a ninguna de las comunidades religiosas de la ciudad. Benci es un cristiano sin iglesia más. Y cuando no tiene inspiración para pintar un cuadro lleno de luz y de esperanza se viene a leer tambien en la FNAC. Se viene sin lavarse la cara ni las manos. La gente pensará que es un orate. Pero no, sólo es un hombre cromático.
Últimamente leemos pocos y acabamos siempre alrededor de un té con limón hablando de los humano y de lo divino. Hablamos de las novelas de Sándor Márai y de la bencición que es tener un gato en casa. Yo le confieso que me gustaría morir con un corazón lleno de gratitud y a él le atormenta la idea de saber cómo morirá, me dice mientras se desprende manchas de pintura de aceite en  las manos.
Pero yo no tengo respuestas para esas cuestiones. De hecho no sé que muerte escogería entre una de tipo súbita o esa que te va desganstando poco a poco hasta que llega el momento que te olvidas de vivir. Y cómo no tengo respuesta  prefiero dedicar el tiempo a otra cosa. A ver, el día de hoy, por ejemplo, como un regalo del Sr. Dios. Alguien llamó a este desconocimiento sobre el fin como una inopia venerable.
Pero en algo nos ponemos de acuerdo Benci y yo antes que la noche venga, queremos que cuando llegue el momento de dejar de respirar y nuestro cuerpo pierda veinte y un gramo, los que nos recuerden lo hagan sin dolor. Sin sentimiento de omisión. Y es que la manera en que abandonamos a nuestros seres queridos habla de la forma que cada día nos proyectamos hacia el fin de nuestro tiempo. Y es que todos tenemos una fecha de caducidad.
Con una vida abarrotada de agradecimientos y manchas de pintura en la cara y en las manos nuestra partida no tiene porque ser necesariamente un momento triste. Puede, por qué no, ser también un cuadro lleno de luz y de esperanza para los que nos conocieron.


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