Jesús, el peligroso.

En una de las aulas de la Escuela Dominical, los niños de nuestra comunidad han colocado una cartulina amarilla junto a la puerta y donde cada domingo clavan sus pedidos de oración y de gratitud. Es una especie de Muro de las Lamentaciones. Muy nuestro. Pero muy poca gente sabe que existe. 
Hay días que entro al aula, me detengo ante la cartulina, me quito la gorra y leo los pedidos de oración y las acciones de gracia con reverencia. Con las manos apretadas. Como buscando inspiración. Como escudriñando por consuelo. Como rastreando un horizonte hacia donde ir. Que la gente sea más amable. Samuel. Que podamos aprender cosas nuevas cada dia. Teo, Gracias por mi familia. Sofia. Gracias por darme una familia que me quiere y me ayuda en los momentos díficiles. Lucia. Que el pastor hable como Jesús. Danay.
Respiro hondo y trago saliva. Sé que hablar como Jesús es arriesgado en estos tiempos. Decir hoy que son bienaventurados los pobres, los dóciles, los que gimen y los que tienen hambre de justicia, puede comprometerme. Puede exponerme de una manera más notoria. Y buscarme enemigos que no anhelo. Proclamar que son los que practican la misericordia y los que tienen aseado el corazón los que están más cerca del Sr. Dios, puede aventurarme en un territorio que va más allá de mi zona de seguridad. Así que querida Danay, ¿no me estarás pidiendo demasiado?
Reconozco que no soy como Jesús. Que la mayoría de las veces he optado por el equilibrio. Pero llegan días en que tendré que renunciar a la imagen que guardo de mí mismo y hacerla pedazos. Como si fuera un icono al que he estado resguardando de las inclemencias del tiempo y de los años. Y es que también sé, que no puedo escapar de la tentación de parecerme a él. De intentar hacer lo que él hizo. De convertirme en un expuesto. En un subversivo. En un comprometido. En un discípulo. Si. En  alguien que está dispuesto a echarse al camino y seguir a Jesús. El peligroso.


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