Breve crónica de un hombre civilizado. occidental y progresista.

El viaje hasta la costa este había sido largo. Pero al menos ganaría un buen dinero y por unas semanas no sufriría las alergias de la primavera en la ciudad. Había dormido poco. Había dormido mal. Una cama nueva siempre le quitaba horas de sueño. Cuando amaneció sobre el golfo de San Lorenzo él ya estaba despierto y había estado leyendo su Biblia.
Consultó las noticias internacionales a través del ipad mientras se hacia un café Arpeggio y mordisqueaba una manzana. No entendía como en España, un país europeo, a la gente le gustaba ver morir a un toro bravo sobre la arena. Miró el correo. No tenía quién le escribiera. Miró la cuenta del banco. Más de lo que precisaba para vivir en los próximos meses. Consultó el whatsapp. Nada nuevo bajo el sol. Nadie le deseaba un buen día. 
Se puso ropa interior de lana y el impermeable negro.  Le gustaba ir vestido de un color oscuro. Como si fuera un héroe. Era más fácil de distinguir entre el hielo, le había dicho el vendedor. Se alisó el cabello inundado de canas. Bebió hasta la última gota de café. Hizo una pequeña oración de gratitud por el nuevo día y antes de cerrar la puerta de la habitación dijo: Amén.
Afuera, junto a la puerta le esperaba el palo con un garfio en el extremo. Una buena arma para destrozar cabezas. Se toco el bolsillo derecho para asegurarse que llevaba las gafas oscuras. Nada como unas buenas gafas oscuras para evitar el resplandor del sol sobre el hielo. 
En la pista estaba un helicóptero ronroneando. Comenzaba el primer día de la cacería de la foca arpa. Pero él sabía que se trataba de una matanza. 

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