Estimat Enric.

Llevo días recordando nuestro primer encuentro. Y lo describo para no olvidarme. A medida que han pasado los años preciso decir en voz alta aquellas cosas que requieren ser rememoradas. La gente pensará que soy un romántico, pero en verdad no lo soy, lo hago como un simple ejercicio de gratitud. Quizás tú ya no lo recuerdas, pero nos encontramos el treinta de Abril del dos mil uno. Yo estaba en la biblioteca del SEUT, cuando radicaba en la calle Beneficencia de Madrid y las primeras luces de la tarde amenazaban con llegar. Yo escribía un trabajo sobre el Espíritu Santo y tu llegaste y me dijiste: Augusto, tenemos que hablar. ¿Has oído hablar de Zaragoza?
Pues claro que había oído hablar de Zaragoza. Estaba en el norte de la península. Cada vez que en casa se hablaba de la península, la bisabuela canaria miraba al cielo y se hacía la señal de la cruz. Zaragoza era una especie de Invernalia en medio de un desierto. Después aprendería que a los desierto se les llama secarral. Yo sabía que José Martí y Peréz había estudiado derecho en la universidad de la ciudad. Sabía que tenía los títulos de Muy Noble y Muy Heroica. Y sabía que un polaco llamado Jan Potocki había escrito una novela con el rótulo Manuscrito encontrado en Zaragoza. 
Todo esto lo sabía desde los doce años. Y es que a los doce años padecí de las paperas. Y en aquella isla existe la creencia de que si a un mozo le da las paperas y no se está quieto sobre la cama la infección le baja a los testículos y se les inflaman como a un toro. Así que mi madre para que no portara los testículos de toro me dejo en la cama tres libros. Uno de ellos era el del polaco Potocki. Así que cuando me preguntaste por Zaragoza lo primero que me vino a la mente fue las paperas.
Después, ya sabes, me mudé en Julio del mismo año a Zaragoza y comencé a trabajar en la iglesia. Me dijiste que era una comunidad pequeña. Y tenías razón. La bienvenida me la dieron quince adultos y una niña de cinco años. Me dijiste que estaría un año. Que volvería a Madrid a acabar los estudios. Pero este oráculo no se ha cumplido del todo. Y no sé si echarle la culpa al cierzo, al Ebro, al pan con aceite de oliva o al Espíritu Santo.
I és que, estimat Enric: després de catorze anys, segueixo a Aragó.

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