Supongamos que hablo sobre el perdón

Ramón se suicidó el segundo viernes de Septiembre. Edna, su esposa lo lloró amargamente durante una semana. Después se ha atrincherado en una mezcla de sentimientos de culpa, de perdón, de resignación e incertidumbre.                                                                                                                               
Estoy tratando de escribirle una carta a mi hermana; pero no logro escribir más allá de la frase introductoria: Querida Edna. Y es que los supuestos sobre el perdón que he aprendido en las Escrituras me rodean y pretenden abordarme. Los nombraré a ver si con ello consigo un poco de respiro.                                              

a) Se perdona a un culpable.
b) Desde el orgullo no se puede perdonar.
c) El que ofrece el perdon discierne entre su libertad y su responsabilidad.
d) Para perdonar tiene que haber una víctima.
e) El perdón convierte la culpa en algo pasado.
f) Una cosa es poder perdonar y otra es tener la obligación de perdonar.
g) En el perdón genuino hay altruísmo y generosidad.
h) El perdón nos libera del exceso de la ofensa.
i) Podemos perdonar cuando ha pasado el duelo.
j) El perdón tiene que ver con la memoria.
k) Lo que se perdona no tiene porque pasar al olvido.
l) Podemos recordar el día que fuimos perdonados.                                                                       

Aún no se si le acabaré la carta. Ser pastor de la familia es una labor ardua y dolorosa. Pero dentro de mi está la certeza de que cuando perdonamos nuestro pasado cambia. Se hace nuevo.

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