Tengo un amigo que cultiva cebollas

Tengo un amigo que cultiva cebollas
y que me explica la diferencia que hay entre ser bueno
y no ser malo,
que me comenta como si tuviera siete años que no es lo mismo
ser pacifico que medroso,
que me alerta sobre el abismo que separa la castidad
de la represión.
Tengo un amigo que cultiva cebollas
y que me argumenta porque algunos tienen fe
y otros simplemente práctican ritos,
que dedica tiempo y energías a hacerme ver
la diferencia que subyace entre el barniz del amor a la tierra
y el desprecio porque sí de todo lo extranjero,
que me muestra los sinsabores de la humildad
y los de la incapacidad de quererse un poco a uno mismo.
Tengo un amigo que cultiva cebollas
que me pone por escrito para que lo memorice el concepto de perdón
y el de dejarse avasallar,
que me subraya en los libros la palabra generosidad y limosna
para que no vaya equivocado por la vida,
que describe con luminosidad las características de una persona libre
y me muestra el camino sin salida de ser un rebelde sin causa.
Tengo un amigo que cultiva cebollas
que localiza en el mapa el lugar de la sexualidad
y el de los instintos,
que hace uso de metáforas para describir el amor a los padres
y cómo los necesitamos cuando ya no están,
que me cuenta una y mil veces la historia del Buen Samaritano
y la de la Caperucita Roja.
Tengo un amigo que cultiva cebollas
que se muestra indulgente cuando no soy capáz
de diferenciar el llanto por cortar cebollas
del llanto cuando un amor me deja sangrando 

y sólo bajo la lluvia.

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