El Dios de las pequeñas cosas

La frase se la leí a Hemingway hace años. No recuerdo la novela. Pero en estos días la recordé mientras las ovejas debatía cuál habría de ser nuestra actitud antes los que llegan a nuestra comunidad con un bagaje eclesiología y praxis cristiana  diferente al nuestra. Decía el escritor norteamericano: El secreto de la sabiduría, del poder y del conocimiento es la humildad. Parece un dicho de Proverbios, pero no lo es. Y hasta podríamos aventurarnos a proclamarla como una sentencias paulinas, para tampoco lo es. 

Etimologicamente, tratada la palabra, provienen del latín humilitas que significa  abajarse al humus (la tierra).  Y es una especie de virtud moral. De un don. Pero esto no nos dice toda la verdad. La humildad es la característica que define a una persona modesta. Y la modestía como se entiende en esta parte de los Pirineos es la actitud que nos impulsa a moderar y templar las acciones externas. Sobre todo las emociones. E implica contenerse en ciertos límites, de acuerdo con las conveniencias sociales o personales. Por ejemplo, Onésimo era una persona modesta. Y ahora está muy cerca de la tierra.

Pero hay más, dice el diccionario, en otra acepción de la palabra, que es la cualidad de ser sencillo, llano, apocado. Pero esto no es todo lo que podemos decir. Hay más, la humildad es de ausencia de vanidad o de engreimiento. Por tanto alguien modesto es alguien que no se cree mejor o más importante que los demás en ningún aspecto. En ninguno. La humildad es la ausencia de la soberbia. En conclusión si la iglesia cristiana quiere ser humilde ha de desterrar la soberbia de todos sus atrios. De todos.
Lo malo de las frases de Hemingway que acabas por hacerte preguntas. Y yo me pregunto: ¿Por qué si Jesús fue humilde sus seguidores hacemos todo lo posible por no serlo? Quizás la respuesta es muy sencilla; pero no la queremos decir en voz alta para que nadie se entere: La iglesia contemporánea no ha elegido la humildad. 
Y es que el dios de la iglesia no es el Dios de Jesús. A quién Jesús le oraba era al Dios de las pequeñas cosas.

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