Jesús, el barredor de tristezas.


Reflexionando en voz alta sobre Lucas 14: 1-6

Jesús fue a comer a casa de un líder de fariseos, esto nos cuenta Lucas. A Lucas le gusta describir lo que hacia Jesús alrededor de una mesa. Así que no nos llevemos las manos a la cabeza si en su evangelio hay tantas comidas y cenas. Jesús será etiquetado como glotón e impío. Lo primero lo sabemos, lo segundo lo atribuímos por comer con gente de mala reputación.

Sólo Lucas registró la ocasión de la comida en que Jesús acudió a la casa del fariseo. Las parábolas que le siguen: de la construcción de la torre  y la del rey preparándose para la guerra, están más bien relacionadas con el discipulado, tampoco se encuentran en los otros Evangelios. Jesús salió a comer otra vez y, en esta ocasión, hasta con cierto sentido del humor y con una escoba en la mano.

Aconteció que un sábado Jesús entró a comer en casa de un gobernante fariseo, y ellos lo acechaban…

Debo confesar que si un fariseo me hubiese invitado a cenar con el propósito de vigilarme, habría rechazado la invitación de antemano, sin dejar de decirle: ¡gracias, pero va ser que no! El anfitrión de alguna manera estaba atento para encontrar algún detalle que desacreditase a Jesús. Al enemigo lo primero que hay que hacerle es desacreditarlo. Deshumanizarlo. Sólo después le podemos matar. Este primer versículo provee del ambiente imperante, del sonido de fondo y hasta del color de la situación. ¿Podemos imaginar? Fue en el preludio, antes de  tomar los alimentos, lo que produjo la tensión.  Veamos el v.2:

Y estaba delante de él un hombre enfermo de hidropesía…

¿Hidropesía? ¿Qué es eso? Si miramos en una enciclopedia veremos que se trata de una enfermedad donde se acumulan líquidos en los tejidos del cuerpo, y causada, en la mayoría de las veces, por algún tipo de cáncer, o por problemas del hígado o riñones. Quizás alguien mal pensado haya creído que se había preparado una trampa para hacer caer en ella a Jesús. Y los que creen esto dicen que aquel enfermo había sido colocado allí deliberadamente para dar un motivo a Jesús para sanarle y, de esa manera, quebrantar el sábado o día del reposo. Antes de llegar a una respuesta fácil, miremos, lo que ocurre.
Entonces Jesús habló a los intérpretes de la Ley y a los fariseos, diciendo: ¿Es lícito sanar en sábado? Pero ellos callaron. Él, tomándolo, lo sanó y lo despidió.
¿Qué decía la Ley al respecto: El día séptimo os será santo, día de reposo para Jehová; cualquiera que en él hiciere trabajo alguno, morirá.  Esto lo podemos encontrar en el libro del Éxodo, capítulo 35.

Se nos cuenta también que Jesús tomó la iniciativa y les hace primero una pregunta a los comensales. Pregunta que no se atrevieron a responder. Y mientras ellos callaban, Él sana al enfermo. Y se despide de él. Quizás ahora podamos leer el v. 5, que nos cuenta el fin del relato:

Y dirigiéndose a ellos, dijo: ¿Quién de vosotros, si su asno o su buey cae en algún pozo, no lo saca inmediatamente, aunque sea sábado?

Jesús pregunta para escuchar lo que sus oyentes tienen que decir. Sería bueno, como principio de actuación, que antes de hacer alguna cosa por nuestra propia iniciativa, preguntemos. Parece que Jesús, el galileo, vio esta situación como algo normal cuando se tiene animales y sabía que cuando cayeran en un pozo, los dueños les habrían rescatado fuera el día de la semana que fuera. Por lo tanto, si se podía salvar a un animal, ¿por qué no sanar a un hombre?¿Por qué no recoger espigas del campo? ¿Por qué no hablar con una samaritana? ¿Por qué no dejar a los niños acercarse? ¿Por qué lanzar piedras si estamos llenos de injusticias? Leamos finalmente, el versículo 6:

Y no le podían replicar a estas cosas

¿Podemos imaginarnos hasta que punto este incidente creó un ambiente de incomodidad para la cena que tendría lugar a continuación? Jesús hace algo el sábado que no era lo acostumbrado. Que estaba plasmado en la tradición. Que la Ley no justificaba. No tenemos ni la más mínima referencia de como acabó la comida. Me temo que algunos estarían enojados y otros se mostrarían liberados. No habrá sido fácil para el dueño de la casa encontrar un tema de conversación alternativo para la ocasión. A veces hay momentos que el silencio en nuestras mesas se puede tocar.

Ahora llega lo bueno. El postre. ¿Tiene aplicación para nuestros días este relato? Depende si eres de los que antes las palabras de Jesús te sientes enojado o liberado. Pero ahí está la evidencia textual: los hombres y las mujeres están inmersos en una tendencia, muy humana, de no entender el significado espiritual de las fiestas e instituciones del sistema legal del Antiguo Testamento. ¿Podríamos decir también del Nuevo Testamento? Y como no lo entienden prefieren hacer el camino ancho y fácil: la literalidad. La incomprensión de la Ley de Moisés llega hasta tal punto que nos hace visible una cualidad invisible e intangible; pero propia de los sepulcros blanquedos: la hipocresía.


A veces mostramos una incapacidad total para ofrecer respuestas que justifiquen nuestra propia actitud y nos enfrentan a la impotencia de los que se dicen seguidores de Jesús para satisfacer la necesidad del ser humano de nuestro tiempo. Todo lo contrario a lo que es la evangelización. A lo que sería una misión integral.
Volvamos a Jesús, el no cristiano, antes de despedirnos. ¿Qué hace? Todo un ministerio para barrer con los escollos erigidas por la tradición, para que su poder estuviese a disposición a todos los oprimidos, de todos los ciegos, de todos los encarcelados. Con Jesús, el Sr. Dios recorre la distancia que había entre el cielo y la tierra. Entre la Ley y la gracia. Entre lo que realmente nos merecemos y lo que se nos ofrece de manera gratuita. Entre lo que poseemos y lo que esperamos.

No me extrañaría encontrarme en los próximos días, en mi ciudad, un graffiti de Jesús con una escoba en la mano. No me extrañaría.

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