La buena noticia

A los habitantes de aquella isla
siempre nos resultó atractivo
lo que venía de afuera
quizás porque dentro no había nada
que nos dejara con la boca abierta
o estábamos cansado de lo mismo
de todos los días,
como por ejemplo el pan.
Primero llegaron los evangelizadores castellanos
después los misioneros norteamericanos
con esa extraña vocación,
de predicar a Jesucristo,
con trajes y corbatas
bajo ese sol del trópico de Cáncer.
Pero el tiempo todo lo cambia
y cuando digo todo,
es todo.
Desde entonces acá
los evangelizadores y pastores
de aquella isla
emigraron a España y a los Estados Unidos
con sus trajes y corbatas.
Pero la mejor noticia
viene ahora:
Un día regresaremos
a aquella isla
desnudos.

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