Jesús, no me dejes solo!

En el valle, donde me muevo y soy, las tradiciones son importantes. Y es que una persona sin tradiciones es como un suicida social. Un apátrida.  Un fórano. Alguien que no será invitado a ninguna fiesta y que acaba pasando sus horas libres leyendo libros en la FNAC. Por eso desde que somos pequeños, desde que rompemos el cascarón nos invitan a afiliarnos a una trinchera, a una causa, a un ideal. A seguir en pos de un becerro de oro y a condenar los becerros de oros de los demás con nocturnidad y alevosía.
Generalmente, seamos vegetarianos u omnívoros, hacemos nuestra las causas familiares, o las culturales, o las nacionales, o las religiosas. Y por ellas matamos o morimos. Y por eso discriminamos. Por eso prohibimos. Por eso declaramos amoral lo ajeno, lo diferente, lo nuevo. De hecho antes de aprender a decir perdón se nos instruye en el arte de hacer una hoguera donde lo mismo se pueda quemar otra persona o a un libro irreverente. Ya no vivimos días de anticiclones. Días donde las personas no solo legan los bienes materiales a sus herederos sino que en el testamento dejan indicado, con mucha claridad, cuánto de miedo, cuánto de empecinamiento, cuánto de intolerancia, y cuánto de egoísmo le corresponde a su herederos. 
En el valle donde vivo la imparcialidad lo tiene crudo. Ser equilibrado no es políticamente correcto. Y es que una persona que no está dispuesta a enjuiciar es un avis rara. 
Pero a veces ocurren milagros. Existen las anomalías naturales. y las excepciones llegan sin previo aviso. A veces en nuestro andar de aquí para allá y de allá para acá nos encontramos con alguien que nos seduce por su manera de hablar mientras nos limpia de la lepra, por su manera actuar sin arrojarnos piedras, por su manera de caminar sobre las aguas sin asustarnos y entonces todo se pone patas arriba. Todo lo que aprendimos en el catecuménado nos resulta secundario.  Todo lo que decían las confesiones de fe han caducado. Las tradiciones pierden su obligatoriedad. Las trincheras dejan de ser útiles. Las liturgias no conducen a ningún sitio. Las causas carecen de sentido.Y cuando digo que a veces alguien nos cambia todo, es todo.
Ahora que ha comienzado la temporada de huracanes en el Caribe, ahora que los días comienzan a hacerse cortos y el uso de máscaras se hace obligatorio para que los demás no ven cuan frágiles somos ni reconozcan que los dolores de espaldas no nos dejan respirar hago una oración corta, Una oración con un sujeto y un verbo: Jesús, no me dejes solo!.
Sálvame de decir las palabras que dicen la mayoría para proteger las apariencias. Sálvame de caminar mirando las conveniencias y los juegos de poder. Sálvame de tomar partido en nombre de las buenas costumbres. Sálvame de aspirar al trono de hierro. Sálvame de danzar alrededor de un becerro de oro. Sálvame de mí mismo. De mi falta de fe. Sálvame porque el viento sopla y las aguas están oscuras.
Rabino, si no sabes castellano escúchame lo que pronuncio en otra lengua:
אלוהים, אל תעזוב אותי!

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