Los prebisterianos y el chocolate

Cuando naces en una familia presbiteriana, serás presbiteriano para el resto de tu vida, ya sea en la salud como en la enfermedad, en la riqueza como en la pobreza, en el tiempo de lluvias como en la sequía. En mi familia las cosas buenas se dejaban para los domingos: el mejor mantel de hilo, la mejor camisa blanca de mangas largas con corbata incluida, la vajilla de porcelana china, la carne asada rellena de laurel y ajo, el escuchar música de Albinoni en el gramófono y el comer chocolate. Los presbiterianos sólo podíamos comer chocolate los domingos. No me preguntes de dónde nos venía esta norma; porque simplemente no lo sé. Pero hasta el otro día fui fiel a la tradición.
Alguien que me cuida me regaló un sesión de chocoterapia, o sea una terapia con chocolate. Al principio me dio miedo. Las cosas nuevas me dan miedo y más si van relacionadas con que una persona extraña me toque el cuerpo y este tenga que estar semidesnudo. Los presbiterianos del Trópico de Cáncer tenemos problemas con los masaje y la desnudez. Pero  el ser agradecido pudo más que el temor.
Ahora sé que la chocoterapia es una de las cosas más bíblicas que me ha pasado en los últimos días. Primero me recorrieron el cuerpo con una mezcla de sales del Mar Muerto y hierbas medicinales. Las sales te raspan un poco por supuesto, pero como la chica que te da el masaje es tan dulce yo no dije nada. La procesión iba por dentro. Después te cubren la piel con una mezcla de chocolate negro caliente y manteca de karité. La sensación no es desagradable, es rara; pero desagradable no es. Sabes que tienes chocolote al alcance de la lengua; pero que quedaría mal que te lamieras tu propio cuerpo. Aquí comienzas a desarrollar la autodisciplina y el autocontrol. Ambas son virtudes. Por ultimo, te quitan esta película grasienta de todo el cuerpo y vuelven a darte un masaje con aceites de orquídea y de bambú. Así que acostado,  medio desnudo y oliendo a chocolate por los cuatro puntos cardinales tienes la sensación de que te han bautizado y comienzas a vivir otra vida nueva. Una vida más relajada y con aroma a chocolate. Un anticipo, creo yo de lo que será el cielo.
Por cierto, si lo de la zarza ardiente ocurre delante de un azteca hoy los presbiterianos estaríamos celebrando la Santa Cena con chocolate.

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