A veces salgo de la comarca donde vivo. Y me voy lejos. Muy lejos. Donde no haya wifi. Hoy camino por Monte Perdido y es otoño. Y una pregunta me ronda sin pedir permiso entre tanto árbol; ¿Por qué necesito que me ofrezcan ayuda?
Hay días que no tengo respuesta para esta pregunta. En otros si. Si me miro por dentro
me temo que busco ayuda cuando estoy confundido. Desorientado. Cuando me
siento perdido. Cuando he extraviado en algún rincón del alma las líneas que señala mis propios
límites o los del mundo que me rodea. Busco ayuda porque soy incapaz de
decidirme por una dirección determinada de antemano. Porque estoy cansado de ir de
derechas a izquierda y viceversa. De Oriente a Occidente. Porque me he fatigado de estudiar
tanta teología por obediencia y demostrar que tengo algo importante que decir cada día. Cuando en realidad quiero estar en silencio. Busco ayuda cuando no tengo proyectos ni planes que se avisoren en el horizonte. Busco ayuda porque me
encuentro paralizado. Estancado.
Pero hay más. Busco ayuda porque hay instantes que no le ve sentido a la inmortalidad. Porque no encuentro útil el querer vivir para siempre y bajo una misma bandera que dice en su etiqueta: Made in China.
Pero hay más. Busco ayuda porque hay instantes que no le ve sentido a la inmortalidad. Porque no encuentro útil el querer vivir para siempre y bajo una misma bandera que dice en su etiqueta: Made in China.
Aplasto hojas rojas y amarillas con mis pies. Lo hago con intencionalidad. Con alevosía. Aplasto hojas porque no puedo aplastar otras cosas. Es el otoño puro y duro
del Pirineo. Y hablo conmigo mismo como si fuera Robinson Crusoe. La vida
después de la muerte sólo tiene sentido cuando he podido vivir con
plenitud. Con libertad. Sin piedras en los bolsillos. O sea, con esperanzas.
Soy Frodo y estoy en Monte Perdido.
Comentarios
Publicar un comentario