Alguien que me mira con compasión desde Miami.

Alguien que me mira con compasión desde Miami me ha hecho llegar una foto esta semana, Es una imagen donde hay una gallina con plumaje carmelita sobre la paja. Pero lo mejor es lo que dice abajo: esta gallina da calor a unos gaticos recien nacidos.
Hay cosas que sigo sin comprender después de tantos años de haber salido de Placetas. De hecho, he de confesar que no tengo las respuestas para casi nada. No sé, por ejemplo, dónde fue tomada esta foto. Tampoco sé en qué extrañas circunstancias una gallina se vio impulsada a adoptar a unos gatos indefensos. No sé quién es el autor de la foto. Pero no dejaré que la falta de información me robe la alegría de experimentar la aceptación. Por esta vez me voy a dar permiso para celebrar la tolerancia y lo haré destapando una botella de sidra que atesoraba desde el día de mi cumpleaños.
La aceptación lo tiene arduo en estos días. No es una actitud que te puedas encontrar en cualquier esquina. Es más ordinario tropezarse con el rechazo, con la denegación, con la recusación, con la crítica, por modelo de religiosidad donde los demás no tienen espacio.
La aceptación tiene que ver con el abrir la casa de campaña para que los que necesiten de la sombra puedan entrar. La aceptación siempre es una acción. No se puede decir soy alguien que acepto a los demás y no ser práctico. La aceptación implica desabotonarse la camisa, subirse las mangas y meterse en el río aun corriendo el riesgo de mojarnos. 
La aceptación está relacionada con el optimismo y el pesimismo. Y eso no es otra cosa que la manera que nos explicamos las cosas buenas y malas que nos suceden. Los pesimistas creen que probablemente no resolverán nunca sus problemas, y suponen que su realidad es la consecuencia de sus propios fracasos y defectos personales y que son imposibles de cambiar. Los pesimistas adoran la frase: yo soy así y no puedo cambiar. 
En la otra cara de la moneda está el optimismo. Los optimistas creen que sus problemas son temporales y que se deben a circunstancias incontrolables. Los optimistas creen que sus problemas se resolverán con el paso del tiempo, o que ellos mismos resolverán sus dificultades. Si son optimistas cristianos vivirán con la certeza de  que el Sr. Dios les echará una mano. Por eso se les oye decir: Durante todo este tiempo he sido de esta manera; pero ahora me daré permiso para cambiar.
Tengo la sospecha que la gallina de la foto pertenece el segundo grupo. Al de los optimistas. No sabía como tratar a los gaticos, pero les ofreció lo que tenia a mano: sus plumas. No sabe que acontecerá en el futuro, pero ahora está allí, dándoles calor. Sabe que son diferentes, pero los acepta, aun corriendo el riesgo de que un día le rompan el corazón. Y es que la aceptación es una especie de amor a primera vista. 
He puesto la foto de la gallina con los gatos en la puerta de mi refrigerador. Soy de esos que necesitan que  me recuerde que puedo ser una persona que acepta a los demás aunque sean diferentes a mí. Necesito que se me recuerde cada día que puedo ser optimista aunque tenga la mitad del corazón en aquella isla. Que puedo mejorar aunque me haga mayor. Que puedo salir de la fortaleza donde me he atrincherado todos estos años para que nadie me rompa el corazón y enamorarme como hacía en la Perlacia. A primera vista. 

Comentarios