Mis amigos no cristianos se han presentado en casa como un rebaño que busca un abrevadero. Saben que para el cumpleaños preparo una especie de ensalada tropical y fría con base de pollo y que contiene piña. Pero no se presentan con las manos vacías. Son unos no-cristianos muy ortodoxos. Tocan el timbre de la puerta y cuando salgo me cantan al unisono acompañados por una guitarra:
El tiempo pasa nos vamos poniendo viejos
y el amor no lo reflejo como ayer
y en cada conversación,
en cada beso, en cada abrazo,
se impone siempre un pedazo de razón.
Pasan los años y como cambia lo que yo siento
lo que ayer era amor se va volviendo otro sentimiento
porque años atrás tomar tu mano, robarte beso
sin forzar el momento
formaban parte de la verdad.
Y el tiempo pasa nos vamos poniendo viejos
y el amor no lo reflejo como ayer...
Guardo silencio porque no puedo hablar. Algo húmedo y salado me corre
por la mejilla. Y vienen y me abrazan, me besan y me aprietan y me dan
un paquete envuelto en papel de regalo con motivos otoñales y preguntan
si la ensalada está fría. Y les digo que sí y me arrastran hasta el
segundo piso y se sientan en el salón.
Abro el regalo con la ilusión de un niñocon un juguete nuevo. Es la colección del cómic de Apocalipsis de Stephen King. En la contraportada han escrito: A un pastor muy raro; pero nuestro favorito. Y
han puesto sus nombres. Y doy las gracias con una imperceptible
inclinación de cabeza y me llevo los libros a la nariz. Y respiro hondo.
Me encanta el olor a tinta inyectada. Y suspiro mientras las botellas
de sidra son descorchadas. Y les doy de comer a los hambrientos. Y
aprovecho que tienen las bocas con pollo, pasta, y piña para decirles
que me siento muy orgulloso de ellos. Que me han hecho el camino
soportable a pesar de su no militancia en eso que llamamos iglesia.
He estado pensando en eso de ser raro. Lo he confirmado en el diccionario y es entre otras muchas cosas no ser como la mayoría, ni hacer lo que todos hacen. Ser raro
es poseer algo extraordinario, es ser poco frecuente. Ser raro
significa también ser extravagante. Tanto como la existencia de un perro
verde. Y me pregunto, ¿si los no cristianos que me conocen me ven así,
cómo me verán con los que comparto la fe?
Reconozco que no me gustan
las liturgias sin poesía ni los proyectos sin emociones. Que huyo de los
argumentos que acaban con la frase: siempre se ha hecho así y de las teologías que abogan por el: punto final. De
hecho me estoy replanteando la eclesiología encorseta y alienante del
cristianismo contemporáneo.Y me niego a poner en práctica la revancha a
aquellos que me han hecho daño cuando lo natural y lo que espera todo el
mundo, incluido los cristianos, es que use la venganza para hacer
justicia. Ser raro en los tiempos que vivimos incluye abogar por la compasión.
Ejercer el perdón. Aun corriendo el riesgo de que nos vuelvan a
lastimar. Pero no tengo un arma mejor para combatir la maldad.
Mis amigos no cristianos quizás tengan razón y yo sea un simple pastor
raro. Alguien que cuando se tropezó en el bosque con dos caminos eligió
el menos transitado. Y cuando eliges este camino pueden ocurrir muchas
cosas. Puede pasar que te encuentras con el lobo. O con una chica que
se cubre con una capa roja.
Y el tiempo pasa nos vamos poniendo viejos
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