El egoísmo del cristianismo

Clark Kent hace cosas buenas por las personas pero al final de cada episodio se queda solo. Completamente solo. Me dice que no es feliz. Así que me le acerco y le paso la mano por el hombro.
Tampoco yo puedo ser feliz durante las veinte y cuatro horas del día. Y si soy sincero, he de aceptar la idea de que ni por veinte y cuatro minutos logro ser todo lo feliz que me han prometido que sería en la Escuela Dominical. Y no importa a que comunidad cristiana pertenezca. No importa cual es mi confesión de fe. Y es que tener fe no nos asegura poseer la felicidad más allá de un instante.
A veces inscribirte en el libro de membresia de una iglesia puede empeorar tus penas, recrudecer tus instintos más individuales y acabas sacando a la luz pública lo que tenías oculto bajo siete llaves: el egoísmo más virulento. Ese que no te deja ver a los que están a tu lado. Ese que te dice no entres a la fiesta porque el otro hijo de tu padre, el pérdido, el liberal, ha vuelto a casa. Y le han perdonado. Y tú no quieres perdonarle. Y es que tú eres mejor que él y a tí nadie nunca te ha hecho una fiesta.
Cuando te proclamas seguidor de determinada iglesia te situas frente a uno de los problemas más comunes de todos los que salen del armario y toman partido por una causa. Y es que comienzas a transitar un camino diferente, o que al menos tú consideras diferente al resto de los caminos. Y poco a poco, día trás día, año litúrgico trás año litúrgico, acabas teniendo la presunción de que es el único recto. De que eres la vasija que porta la verdad terminante.
Los que caminan este sendero acaban vistiendo la capa de la soberbia. Y miran con envaramiento a los que asisten a otras comunidades cristianas o tienen otros credos. Y se colocan sobre el pecho la letra M de color escarlta que significa nada más y nada menos que Misionero. Y su obligación es encarrilar a los otros, a los que no son como él, al camino verdadero. Y no lo hacen porque sean malignos. No. Simplemente creen que si todos comparten su dogma el mundo que conocemos seria una especie de Jardín del Edén. Ilusos que no han leído las Escrituras.
Ya no le digo a Clark Kent ni a ninguna otra persona que sus doctrinas están erradas. Simplemente me quedo a su lado, a veces en silencio, para que no pasen la infelicidad solos. Como me gustaria que hicieran lo mismo conmigo un día.
Lo que si puedo decir es que disponer una doctrina para hacer oficial nuestra manera de pensar es algo errado. Injusto. Egoísta. Adsolutamente egoísta. Nada que ver con Jesús.

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