Yo no conocí el Edén.
Cuando nací, al padre Adán y a la madre Eva ya les
habían expulsado de él. Soy el hermano mayor. Y eso me obliga a ser
serio. A no darme permiso para mostrar ninguna emoción. Ninguna. Por eso
en aquella tarde cuando el Sr. Dios me hizo una dura pregunta le dispare con el arma
de la queja: ¿Acaso soy yo responsable de mi hermano?
Pero yo
sabía la respuesta. Siempre la he conocido. Y me escondí. Y me llené de
tatuajes para que los demás al verme supieran que soy alguien que se
deja llevar por las pasiones. Y me fui lejos. Pero el dolor vino
conmigo. Nunca nos abandonan nuestros errorres por muchos sacrificios que ofrescas. Y es que cada vez que quiero decir si digo no.
Ahora que mis cabellos se han hecho blancos le añoro. Ya no le puedo escribir: Querido hermano. Tengo una buena huerta. Todos tienen envidia de mis verduras. Pero Abel no está. ¿Qué por qué estoy llorando? Porque se hace díficil respirar después de matar a quien amas.
Comentarios
Publicar un comentario