¿Alguien desea una tostada con mermelada de moras?

Estoy preparando algunos temas de diálogo por si algun universitario se atreve a venir y desayunar con un pastor protestante ahora que viene el otoño y que apetece un té caliente con leche y una tostada embarrada de mermelada de moras. Como las personas siempre buscamos respuestas a las preguntas que nos plantea la vida me he dado a la tarea de  localizar en los evangelios aquellas interrogantes que le  exponían a Jesús y observar desde la distancia cual fue su réplica. 

Me gusta Marcos, no lo voy a negar. Asi que lo leo. Y releo ese encuentro entre Jesús y el hombre que vino corriendo a preguntarle: ¿Maestro bueno, qué puedo hacer para alcanzar la vida eterna? No tengo tan claro si para este hombre la vida eterna es lo mismo que pensamos ahora los cristianos. Miro en la Wikipedia. El concepto de vida eterna está relacionado con el de inmortalidad, y se refiere, popularmente, unas veces a una duración infinita y sin límites, y otras designan una existencia sin tiempo o fuera del tiempo. Yo diría que es una definición escueta. Sucinta. Sobria. Muy sobria. Asi que me pongo a preguntar en la Plaza San Francisco.

Una vez más queda demostrado que el academicismo teológico va por un camino y las creencias populares recorren otro. Para la gente sin iglesias, pero que fue a misa alguna vez, y es que en este país todo el mundo a escuchado una misa, este concepto está relacionado con la felicidad, con el no conflicto, con la paz, con el vivir mucho y bien. O sea que este hombre, del que no sabemos su edad,  y que ve en Jesús un posible consejero,quiere saber cómo ser feliz, cómo vivir sin conflictos, cómo vivir muchos años, cómo tener paz.

No está mal la pregunta. Yo también quiero eso para mi. Quiero ser feliz, no quiero que los conflictos toquen a la puerta de mi casa, quiero tener paz. Pero la cruda realidad me echa un jarro de agua fría y me pone los pies en la tierra. Nadie es feliz las veinte y cuatro horas del día. Tener relaciones duraderas implica enfrentar problemas duraderos. Y en estas relaciones incluyo a las familiares, las matrimoniales, las amistades, las laborales y las eclesiales. Los no cristianos lo tienen más fácil, ellos no tienen que lidiar con los conflictos en las iglesias. Yo sí.

No sé en qué momento los hombres y las mujeres nos atamos a la peregrina idea de que todo ha de ser solucionado, todo ha de ser  resuelto, todo concertado y todo convenido. El romanticismo nos ha hecho mucho daño. Y cuando nuestro cristianismo se hace neoromántico entonces el yugo se hace muy pesado y díficil de llevar. Si lo sabré yo que tengo las espaldas adoloridas todos las noches.

Me acerco un poco más a donde está Jesús en el camino y vuelvo a oir su respuesta. El hombre curioso ahora se marcha contrariado. Parece ser que la cuestión de la vida eterna no es tanto el ofrecer cosas al Sr. Dios como el darse uno mismo. 

 Estoy triste y Jesús lo sabe. Darme me duele. Y es que me pueden romper el corazón.

 


Comentarios