Las mujeres que gritan son peligrosas

No es la primera vez que las ovejas católicas se sientan a mi alrededor y me piden que les comente un pasaje donde Jesús se encuentra con un hombre y ocurra un cambio. Tampoco será la última. Yo me raspo la cabeza y guardo silencio por unos instante como si estubiese haciendo una oración. Abro los ojos. La mayoría de las ovejas son del sexo femenino. Asi que comienzo a hojear las Escrituras griegas y busco en Mateo. Alli en el capítulo quince está lo que quiero. Allí Jesús no se encuentra a un hombre, sino que es una mujer que sale a su encuentro gritando como una loca. Las mujeres que gritan son peligrosas. 

Y comienzo a leer en el versículo veinte y uno como si fuera una historia familiar. Una historia nuestra. Algo que ha ocurrido aquí cerca. Entre nosotros.

 21 Jesús salió de aquel lugar y se dirigió a la comarca de Tiro y Sidón. 22 En esto, una mujer cananea que vivía por aquellos lugares vino a su encuentro gritando:¡Señor, Hijo de David, ten compasión de mí! Mi hija está poseída por un demonio que la atormenta terriblemente.23 Como Jesús no le contestaba ni una palabra, los discípulos se acercaron a él y le rogaron: Atiéndela, porque no hace más que gritar detrás de nosotros.24 Jesús entonces dijo: Dios me ha enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. 25 Pero la mujer, poniéndose de rodillas delante de Jesús, le suplicó:¡Señor, ayúdame!26 Él le contestó: No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perros.27 Ella dijo: Es cierto, Señor; pero también los cachorrillos comen las migajas que caen de la mesa de sus amos.28 Entonces Jesús le respondió: ¡Grande es tu fe, mujer! ¡Que se haga lo que deseas!Y su hija quedó curada en aquel mismo instante.

Queridas ovejas: Estamos ante un texto que narra uno de los viajes de Jesús fuera del territorio judío. No está entre los suyos. Pero también aqui hay dolor y es que el dolor nunca ha entendido de fronteras. El dolor es lo más democrático que existe. Está en todos los sitios.

Después de escuchar el relato hay que tener en cuenta tres cosas importantes: lo apremiante de la compasión, la condición de la que pide y lo insistente que suele ser la fe.

En lo personal no me atre el sufrimiento. Espero que a uds. tampoco. Generalmente desarrollamos actitudes defensivas para mantenernos alejados del dolor. Y es que el sufrimiento, aunque sea del otro,  no nos gusta. Más bien lo rechazamos. Asi que al parecer Jesús no está interesado en la historia de esta mujer extranjera.  Pero no nos dejemos llevar por las apariencias, porque suelen engañarnos. Jesús acaba por escucharla y hay algo que le encandila. Asi que le presta atención. Al final sabemos que hace uso de la compasión, pero sólo al final. 

Hay otra cosa que debemos mirar con atención. ¿Quién es esta mujer que sale a su encuentro? Sabemos que es cananea, que vive cerca y que está pidiendo ayuda para su hija. Pero hay algo más que no debemos pasar por alto: está mujer tienen fe. Y la fe la hace romper la barrera que la mantiene apartada del mundo judío tanto en lo concerciente a la separación por sexos como en el ámbito de lo religioso. Esta mujer está loca. Desesperada. Y su locura es santa. Sólo una locura asi la podría hacer gritar e insistir detrás de un hombre judío que ha estado alimentando a los hambrientos y curando a los enfermos. Pero un hombre que tiene claro que su misión es sólo para los de su pueblo, para los de su religión.

Y por último quiero hablar sobre la insistencia. O la tozudez. Aqui entre nosotros, en el valle del Ebro, esto una virtud. Pero en otras tierras puede resultar cansino. La mujer de nuestra historia no hace largas oraciones, sino que pide algo en concreto. Específico.  Y lo hace sin cansarse. Sin dudar. Aunque los discípulos y Jesús le pongan escollos. Ella creé en Jesús.

Hemos llegado hasta aqui sabiendo que la perseverancia es la capacidad de seguir adelante a pesar de los espinos y los tropiezos. Que la perseverancia es lo contrario a los deseos de darse por vencido. La mujer que grita hace pensar a Jesús. Y lo saca de su zona de confort. Y entonces Jesús le habla.

Y ocurre el encuentro. Y ocurre el cambio. Y ocurre la sanidad. Pero la mujer no ha cambiado. Sigue siendo la misma. No sabemos si dejó de gritar. Pero Jesús ha comenzado a mirar más allá del horizonte. Sabe que tendrá que morir también por nosotros. Hombres y mujeres gentiles.

Compasión. Perseverancia. Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Ahora estos son conceptos familiares. Nuestros. Para un tiempo sin misericordia somos llamados a compartir compasión. Para unos días, donde algunas personas se creen mejores que otras porque han nacido en un lugar diferente, nosotros pedimos justicia. Para las próximas horas de desaliento nosotros nos agarramos a la fe, como un naúfrago a su chaleco salvavidas.

Queridas ovejas católicas: Las mujeres que gritan son peligrosas. Pueden hacernos cambiar. Pueden volvernos compasivos. Pueden cambiar nuestra manera de ver el mundo. Pueden hacernos tener fe cuando todo parece pérdido. Asi que gritad ante el mal. No os quedeís en silencio como los corderos.

















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