Hay una mujer


He estado experimentando como las enfermedades me aquietan. Me inmovilizan. Pero no siempre ha sido asi. Al menos en el pasaje de Lucas 8: 43-48 no es asi.

Allí hay una mujer que sufre. Hay una mujer que se ha empobrecido. Las enfermedades nos pueden empobrecer. Hay una mujer sufre emocionalmente. Y es que adie puede estar a su lado.

Si, la enfermedad de esta mujer perjudica sus relaciones, pero no le impide tomar decisiones. Y es aquí donde me gustaría que fijaran su atención. Los problemas y las crisis que llegan a nuestra vida nos pueden marginar y empobrecernos; pero no impiden que tomemos iniciativas.

Generalmente nos han enseñado a leer esta historias como un milagro de Jesús, como una curación que él realiza por su propia iniciativa y donde muestra su poder. Y esto sin duda alguna no deja de ser verdad.

Pero si miramos con paciencia y con silencio, en un ejercicio de meditación, estaremos delante de un texto que nos muestra otras cosas. Descubriremos por ejemplo, que a veces la iniciativa la toman otras personas, en este caso, la mujer enferma.

Esta mujer de manera consciente se lanza entre la multitud que rodea a Jesús para tocar su manto. Ella cree que con tocar el manto o a Jesús es suficiente para curarse. Pero también tiene miedo

Con los años he aprendido a  experimentar la fe y el miedo en el mismo día. La duda y la certeza. Pero el Sr. Dios lo que busca es la fe. Y somos nosotros los que nos hemos contentamos con los miedos. Jesús quiere que la fe de esta mujer salga a la luz. Que se pueda hablar de su arrojo. Porque este prototipo de  fe es la que nos sana. La que nos inspira. La que nos salva.

La fe que nos salva no sólo nos cura por dentro y por fuera sino que nos ofrece una vida junto a Dios y junto a las personas que estimamos. Y claro que queremos vivir esta fe aqui y ahora. Pero para ello necesitamos tener un corazón. Un corazón que salga al encuentro de Jesús.

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