Perdonado y sanado


Pensando en voz alta sobre Marcos 2: 1-5

¿Quiero ser personado o quiero ser sanado?

Hay un hombre que no puede caminar. Tiene parálisis. No puede ir a ningún sitio. Pero es llevado por sus amigos en una camilla. Hay días en que la amistad hace maravillas. Los cuatro amigos han oído que Jesús, el sanador está en una casa del pueblo. Y allí cargan con él. Pero no pueden entrar y acometen la tarea de levantar parte del techo y descienden al que estaba en la camilla ante la mirada de Jesús. Hay ocasiones en que la amistad convierte el milagro en barro. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados.
 Si, hemos escuchado bien. Jesús perdona los pecados del que no puede andar. ¿Y si  lo que él pretendía es poder ir de aquí para allá y de allá para acá?. ¿Sencillamente caminar? La mayoría de las veces lo que pretendemos es ser sanados y es que el perdón puede esperar un poco más.
 Pero Jesús no está mirando hacia arriba. Hacia los que aun están sobre el techo. Jesús está admirado de la fe de los otros, de los hombres que han roto el tejado. Por esta vez no mira la fe del enfermo.  Al examinar esta escena más de cerca, puedo apreciar que no fue la fe de aquellos cuatro hombres la que libró al amigo de su parálisis. La fe en acción llega más lejos que la fe en si misma.
Mirando a mí alrededor ahora, creo que necesitamos tener a nuestra disposición a más portadores de camillas, es decir, a más hombres y más mujeres con esa medida de fe que corre riesgos  para salir a buscar a los que sufrimos para que podamos oír la buena noticia.
Hay muchas personas hoy que están sufriendo los efectos del no poder andar; o están paralizados por la indiferencia o por prejuicios. Hay muchísimas personas que no van a acudir a una comunidad de fe o a ningún otro lugar donde se predique el Evangelio, a menos que sean otros, los que tienen una fe en acción, quienes les traigan a Jesús.  
Hemos comenzado con una pregunta y quizás podamos acabar con otra ¿Por qué  Jesús al final de la narración le dice al paralítico que recogiese su camilla y se marche sin mucho protocolo? Quizás la respuesta es más sencilla de lo que nosotros pretendemos. El que no podía caminar y era sostenido por otros ya no estaría ya más sobre aquella camilla porque, a partir de aquel momento, no la necesitaría. Porque caminaría normalmente, como los demás. Ahora era un hombre restaurado. Perdonado y sanado. Sanado y perdonado.

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