Y llevo una mascarilla

Querido Dios:
Hay algunos días que son mejores que otros para hacer una confesión. Hoy todo indica que es uno de esos días. 
Confieso que he estado errado todos estos años en muchas cosas. Creía que cada vez que comenzaba un viaje lo hacía para ver la vida desde otra geografía y es que el sitio donde nací se me hizo pequeño con los años. Bueno, ya sabes, Placetas es un pueblo sin costa. 
Confieso que creía que cada vez que ponía ropa en una maleta y me iba lejos de casa era para respirar otro aire. Para experimentar otro clima. Para tener en la lengua otros sabores. 
Confieso que a estos razonamiento había llegado después de cruzar el Mar de los Sargazos de allá para acá y de acá para allá varias veces. 
Confieso que he estado creyendo que los hombres y las mujeres hacíamos un viaje por placer o por negocios o al menos eso era lo que te preguntan cuando llegas a un destino. 
Pero no. He estado equivocado. En realidad, al menos yo, he estado viajando para hacer la vida más soportable. Más llevadera. Más admisible.
Y ahora me tienes aqui. De pie. Con la cabeza inclinada y escuchando a los vencejos que han anidado en lo alto de las piedras. Estoy mudo. Calentándome con este persistente sol que inunda Jerusalén en esta época del año. Y tocando las piedras con recovecos llenos de mensajes dirigidos a ti con la punta de los dedos.
Confieso que no voy a pedir nada para mi. Nada. En realidad este viaje lo he hecho para estar solo. Para no tener que hablar con nadie por obligación. Para no tener que estar dando aliento y respuestas constantemente. Para estar en silencio. Y es que hay viajes donde nos tenemos que dar permiso para estar en silencio con nosotros mismos. 

Señor Dios: Estoy en el Muro de las Lamentaciones y llevo una mascarilla ffp2. Amén.



Comentarios