Entonces yo estaba enamorado


Algunas de nuestras promesas las podemos cumplir. Otras no.
Alguna vez dije que un día pondría orden en las fotos impresas en papel que atesoro. Pues ese día ha llegado. Así que en las últimas cuarenta y ocho horas he estado poniendo fecha a algunas fotografías que permanecían  encerradas en una caja de zapatos. Son fotos de allá y de acá. Recuerdos de lugares y de momentos. En algunas hay personas que me dejaron marcada la piel con su estima, en otras estoy yo mirando al infinito. Pero todas tienen algo en común: están hechas antes de que Facebook me atrapara entre sus garras y me engatusara el corazón.
Después de Facebook ya no tengo fotos impresas. Así que si un día nos quedamos sin internet muchos pensaran que viví hasta los treinta años y después desaparecí del mapa como si hubiese sido un accidente geográfico.  
Ahora contaré algo personal. Y me lo contaré a mi mismo en primer lugar. Porque a veces se me olvida la persona que fui y es que el presente tiende a encerrarme en una trinchera. A nublarlo todo. Hay una fotografía hecha al final de una mañana de andar La Habana. Estoy de vacaciones en aquella isla. Es una foto donde estoy sentando en el Malecón frente a la Calle 23, avizorando la bandera que da la bienvenida al Hotel Nacional.  Cualquiera diría que es verano porque estoy con un pantalón corto y es que el invierno parece no llegar nunca  a las islas del Caribe. Cualquiera diría que estoy solo, pero no es verdad. Estaba acompañado. En aquella época no había teléfonos móviles con cámaras. De hecho no habían teléfonos móviles tan cotidianos como el pan. La persona que me hizo la foto usaba una vieja cámara de carretes. Entonces yo estaba enamorado de ella, pero lo disimulaba.
Con los años he aprendido a no disimular algunas emociones. Y es que no vale la pena estar aparentando las veinte cuatro horas del día. Porque cansa. Y al final todo sale a la luz. Tanto los amores como los desamores. Como las manchas en las corbatas de seda. Cuando se está enamorado se exagera en demasiado las diferencias entre la persona elegida y el resto de la humanidad. Pero a medida que pasa el tiempo estas diferencias se van haciendo menos nítidas. Más tenues. Algunos consejeros me dicen que tiene que ver con el crecimiento de nuestros huesos y de nuestro carácter. Pero a medida que cumplimos años una fuerza nos empuja a lugares intermedios. Donde no haya tanta luz ni tanta oscuridad. Donde no se acumule ni tanta nieve ni tanta aridez. Donde todo no sea negro. Donde todo no sea blanco.
Hace muchos años que no camino por La Habana, que no me siento en el Malecón. Un día tendré que hacerlo. Ahora no, porque estoy encerrado. La persona que hizo la foto está del otro lado del mar amaneciendo a  otro día y yo estoy aquí mirando desde mi ventana como la tarde llega. Hay todo un océano entre nosotros. Y aprieto entre los dedos la foto. Y es que hay días que no puedo hablar del amor, pero hoy sí. Y es que algunos amores duran toda la vida. Y otros no.

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