En esta tierra de flores y de serpientes


Se nos ha invitado a la conversión, pero nosotros seguimos en la búsqueda cotidiana del sentido de las cosas, o en última instancia del sentido de nuestra vida. Pero esto se ha tornado en una especie de  ejercicio diario que la mayoría de las veces acaba por cansarnos, por fatigarnos. Y al final del día, cuando se ha puesto el sol sobre el horizonte, decidimos darnos por vencidos y abrigarnos con la ignorancia.
¿Para qué respiramos? Esta es una pregunta que casi nadie se hace. O al menos de manera pública. Es semejante a la pregunta: ¿Para qué he nacido? La mayoría de las veces preferimos que sean otros quienes respondan a estas interrogantes. Pero en realidad somos nosotros quienes necesitamos saberlo todo creyendo que con ello se nos ofrecerá la seguridad frente a las amenazas, la certeza frente a la duda, o el bien común frente a las injusticias. Y por esto nos atiborramos de informaciones de la prensa, escrita y virtual, creyendo que si tenemos información de lo que ocurre podremos saber para qué respiramos o por qué hemos nacido. Si, los hombres y las mujeres de nuestro tiempo tenemos muchas creencias. Creemos, por ejemplo, que  si podemos interpretar las señales que el mundo nos envía  podremos saber en que trinchera parapetarnos para evitar el dolor.
Pero no hemos sido llamarnos, los cristianos,  a escondernos en trincheras ni a tener todas las respuestas para estos días grises. No encontramos en Jesús ese patrón de actuación. Jesús hacia una lectura espiritual de lo que acontece en su mundo y en el de los discípulos. Y de ello habla.  Por ello cuestiona. Y por esta interpretación se relaciona con personas poco recomendadas. Y como pretende ser integro está dispuesto a ir a Jerusalén. Aunque esto traiga aparejado el dolor personal.
Nosotros seguimos entretenidos en las búsquedas cotidianas, en perseguir la última noticia, en hacer coincidir los textos escritúrales con nuestras opiniones.  Y Jesús nos sigue invitando a la conversión. Y esto, en el castellano que se habla en el valle del Ebro no es otra cosa que a dirigir nuestros corazones hacia el Sr. Dios y no hacia otras deidades. Y es que sólo los que se encuentran con el Sr. Dios sabrán para qué respiran y por qué han nacido aquí. En esta tierra de flores y de serpientes.

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