Encenderé una vela antes del anochecer

Es jueves, escucho a Casting Crowns mientras como unas ciruelas del hemisferio sur y miro por la ventana al ciprés de los vecinos. Hace veinte y seis días que no salgo de casa. Pero afuera el mundo sigue dando vueltas alrededor del sol.
Algunos amigos me escriben para saber cómo estoy, otros para quejarse de las cosas que hace el gobierno y algunos otros para alertarme de los últimos tiempos que ya están entre nosotros en forma de plagas, crisis, caos, etc.
A los primeros les digo que estoy bien, que me mantengo escribiendo en este especie de sabbath que dura mucho. A los segundos no les digo nada. Hace años abandoné el atrincheramiento político en un ejercicio de libertad de conciencia. Y a los terceros, bueno por los terceros hago una oración para que tengan paz en sus corazones antes que llegue la noche.
Hay cristianos que están convencidos que estamos viviendo los acontecimientos previos al final de los tiempos según la escatología escritural y citan textos de aqui y de allá y se rasgan las vestiduras e inundan las redes de mensajes de desbarato. Pero yo no voy a colaborar en tal desatino.
Y no voy a participar de tal teología por la sencilla razón de que en ella no hay un análisis serio de las Escrituras, tanto de las hebreas como las griegas, que lo sostengan. Esta es una teología del vencimiento. Distanciada en el tiempo y en las circunstancias al mensaje de Jesús. Y donde los agoreros de tal apocalipsis son llevados por el viento. Arrastrados. Hundidos. Pero lo más triste es que ven en ello la mano del Sr. Dios. Un dios que la acaricia el alma, pero que les maltrata el cuerpo y les quita el aire de los pulmones para que sean felices.
Es jueves. Un jueves santo muy silencioso. La vida fuera va seguir, hoy no, pero va seguir y entonces tendremos que dejar de aplaudir y remangarnos las mangas de las camisas para llevar la sal y la luz a donde no hay sabor, a donde hay oscuridad. 
Pero esta es otra manera de entender el mensaje cristiano. Otra teología. Otra praxis. Una que abre caminos donde no los hay, que vierte vino y aceite sobre nuestras heridas. Una que invita a romper el pan y ofrecerlo al que tienes cerca. 
Es jueves. Y aunque estoy sólo encenderé una vela antes del anochecer y me sentaré a mesa.





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