Un ejercicio de memoria


Cuando te digan que todo está perdido tú no le creas.  Jesús está vivo y esta es una buena noticia para nosotros. Y esta buena noticia es suficiente para que podamos endurecer nuestra fe, renovar nuestra esperanza, celebrar la vida, y todo esto sin perder la ternura.
Cuando te pregunten por los protagonistas del relato pascual, tú di que somos nosotros. Nosotros hemos acompañado a Jesús, nosotros fuimos testigos de las buenas acciones, nosotros hemos comido juntos, nosotros aprendimos con sus enseñanzas y nosotros  hemos dejado transformar cuando nos llamó por nuestros nombres.
Pero llegaron los días en que nos sumimos en la gran tristeza. En la decepción. Lo habíamos dejado todo para seguirle y de repente nos encontramos solos. Y hemos sentido miedo. Mucho miedo.
Pero no nos podemos quedar aquietados con el miedo. Es ahora cuando también vemos más claro que nunca la necesidad de crecer en la fe. Y el crecer en la fe es algo progresivo. Que nadie te diga que puede cambiar de un día para otro. Los cambios necesitan tiempo. Todos los cambios. Hay estaciones que tiene sus crisis, que tienen sus altibajos, sus dudas, sus sospechas y sus desconfianzas. Pero estas no duran para siempre.
Crecer en la fe es un ejercicio de memoria. Es recordar la Resurrección. Es el paso de la muerte a la vida. La posibilidad de crecer en la fe nos pone delante de un camino nuevo, de alcanzar una vida estructurada por el amor, por la misericordia, `por la compasión, por el perdón. Crecer en la fe es vivir en la gracia.
El mundo que conocemos está expectante, intranquilo y confundido. Y los cristianos no somos llamados a generar más miedos. Más trincheras. Por ello creer se ha tornado un acto contracultural. Creer es sobre todas las cosas tener la certeza en que nada dura para siempre. Nada.
Quién te diga que todo está perdido no le creas.

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