Durante los últimos cinco años he
estado dando clases en una de las residencias de ancianos que está en las fuera
de la ciudad. Así que puedo decir con muchas certezas que es lo que desean los
seres humanos después de vivir en esta tierra durante muchos años. Los ancianos
desean lo mismo que los jóvenes, hablando con el corazón en la mano, desean
sentirse queridos, desean vivir sin angustias, desean estar sin temores. Desean
encontrar un espacio de calma antes que dejen de respirar por última vez.
La palabra calma significa muchas
cosas. El diccionario dice entre otras acepciones que es el estado de la
atmósfera cuando no hay viento, pero también significa la cesación o suspensión
de una preocupación que nos ha estado atormentando por algunos días. La palabra
calma tiene como sinónimos tranquilidad y paz.
Muchos de los cristianos que se
iban a vivir al desierto, en el siglo IV, creían que nuestro corazón no
encontraría quietud hasta que se encontrara con el Sr. Dios. Y nosotros hemos
seguido buscando la calma en la amistad, en el matrimonio y en la comunidad. Algunos
la han encontrado. Otros no.
Siempre estamos en su búsqueda. Y
es que necesitamos un tiempo para vernos a nosotros mismos y al mundo con otros
ojos que no sean los de la prisa y las presiones sociales. Necesitamos un
tiempo para escuchar nuestra propia voz en medio de tantos ruidos. Una voz
interior en medio de tantos gritos. Los cristianos hemos puesto nombre a esa
voz interior. Le llamamos Espíritu de Dios.
Cuando Jesús habla con sus
seguidores habla desde la calma. Y es que Jesús sabe de nuestros anhelos más
profundos. Sabe de nuestros deseos de ser aceptados. Sabe de nuestra necesidad
de hallar un espacio donde no es obligatorio ser otra persona que la que
realmente somos. Un lugar donde no se precisa de la apariencia.
Después de tantos años sigo
afirmando, de todas las maneras posibles, que la conversión es un proceso que
no acabará hasta que nos encontremos con la casa del Padre después de haber
recorrido un largo camino y llegar con los pies descalzos y la ropa hecha
jirones. Y entonces lo que antes creíamos estará delante de nosotros
con los brazos abiertos.
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