Nadie me ofeció un cabrito


 

Desde lejos parezco una persona seria y elegante. Pero no te dejes llevar por las apariencias. En realidad soy el típico hermano mayor en todas sus reglas. Y padezco el síndrome del hermano mayor. Los síntomas son fáciles de identificar: nunca me fui de casa, me gustan las cosas bien hechas y con orden, soy responsable, puntual, recuerdo los cumpleaños de la familia, hablo cuando tengo que hablar y callo cuando hay que hacer silencio y siempre guardo un calzoncillo nuevo por si tengo que ir al médico. Pero en realidad he estado perdido muchos años. Me fui lejos a otro país. Lejos de la familia y de aquella isla. Así que sé lo que se siente cuando estás obligado a ser un hijo modelo. Ejemplar. Yo, por ejemplo, fui muy buen estudiante siempre. Un hijo del que cualquier padre o madre se sentirían orgulloso. Un amigo fiel. He trabajado duro todos los días sobre todo con las matemáticas y la química. He cumplido con todas las obligaciones de un buen ciudadano. Pero durante algunos años de mi vida fui muy desgraciado y con menos libertad que Moby Dick dentro de un acuario circular. Aceptar la idea de que estaba más cerca del hermano mayor, amargado y resentido, que cuenta Jesús en una parábola, me ha costado mucho tiempo y energía. Pero ahora lo acepto. Sin que una lágrima caiga en la arena. Pretendí cumplir con las expectativas de mis padres. Ellos esparaban que yo fuera obediente, medido, equilibrado, centrado; pero en realidad sentía mucha envidia de mi desobediente hermana pequeña. Ella era agraciada, extrovertida, popular e iba de aqui para allá y de allá para acá con mucha libertad. Ahora lo puedo reconocer, he estado viviendo una vida sin alegría. Y con muchos resentimientos. Y es que a mi nadie me ofreció un cabrito para hacer una fiesta o para tenerlo de animal de compañía. Antes tenía muchas razones para quejarme. Pero no lo haré ahora. No es práctico. Ni resuelve ninguna situación.  En realidad he optado por ser otro tipo de persona. Alguien que pueda ser encontrado porque también yo he estado perdido. Alguien por el que se haga una fiesta cuando regrese a casa.

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