Donde está el azul


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hay que encender una luz en la oscuridad

Estoy mirando El Bautismo de Cristo,  es un óleo sobre lienzo de Domenico Tintoretto. Fue pintado cerca del 1585. Y allí Juan, cubriéndose con una piel de camello, está bautizando a Jesús en el Jordán. Es un cuadro de la colección del Museo del Prado que no está expuesto al público. Y en ella hay mucho azul. Para los pintores italianos, durante muchos siglos, el azul no sólo representaba al cielo, sino también el lugar donde habitaba Dios.

Todo comienzo de año trae un instante de preocupación. Algunos no desearán abandonarlo nunca. Y es que los apegos nos pierden. Pero si, tarde o temprano las inquietudes tocarán a la puerta de nuestra casa. Así que tú y yo tendremos que abrazar ese día en que nos preocupamos por nuestro destino. Pero una sola cosa sé ahora que tenemos muchos días por delante: cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que tú y yo descubrimos quienes somos.

La historia de la salvación en las Escrituras está inundada de escenas donde el Sr. Dios habla y de escenas donde el Sr. Dios parece estar mudo. Las primeras nos asustan. Las segundas nos molestan. Cuando Jesús acude a ser bautizado por Juan los cielos se abren después de muchos años de estar cerrados. Ahora el Sr. Dios no volverá a guardar silencio y Jesús será su Palabra. Palabra también para nosotros que habitamos entre tantos ruidos y tan pocos silencios.

Pero he de hacer una confesión. Son las palabras que se escuchan desde el cielo, en el relato bíblico, las que me siguen dando fuerzas después de tantos años de andar entre las zarzas y los espinos. Y es que son palabras de consuelo para Jesús que ha de comenzar un camino donde hay flores. Donde hay serpientes. Pero el Sr. Dios no solo las dice a Jesús. No. También están dirigidas para ti y para mí.

Para el Sr. Dios somos sus amados. Los predilectos. Y esto nadie nos lo podrá quitar nunca.  Nunca. Los discípulos necesitamos recordar esto de Jesús cada día. Si, hay que proclamar que somos los hijos amados. Y es que en esta afirmación, y no en otra, donde radica nuestra identidad. Los credos fueron posteriores. Primero se nos amó y sólo después es que podemos decir en lo que nosotros creemos.

Sólo cuando nos sabemos amados es que tú y yo podemos irnos al desierto sin temor. No antes. Sólo cuando sabemos que hemos sido amados contra todo viento y toda marea es que tú y yo sabemos quienes somos y entonces es que podemos enfrentar el olvido y la muerte. A ti te digo: no siempre tienes que mirar abajo. Hoy puedes mirar arriba. Donde está el azul.

Lectura del evangelio de Marcos 1, 9-13

Por aquellos días llegó Jesús procedente de Nazaret de Galilea, y Juan lo bautizó en el Jordán. En el instante mismo de salir del agua, vio Jesús que el cielo se abría y que el Espíritu descendía sobre él como una paloma. Y se oyó una voz proveniente del cielo: Tú eres mi Hijo amado; en ti me complazco.                                                                             Acto seguido el Espíritu impulsó a Jesús a ir al desierto donde Satanás lo puso a prueba durante cuarenta días. Vivía entre animales salvajes y era atendido por los ángeles.

¿Quién escuchará hoy nuestra oración?

Padre: Ahora que comienza el día quiero decir que hay gratitud en mi corazón. Gracias por tu presencia en mi vida todos estos años. Gracias por hablarme en medio de la tristeza y de la alegría y recordarme con las Escrituras cuán grande es tu amor. Gracias porque traes esperanza en medio de los tiempos que vivimos. Hoy puedo vivir agarrándome a la fe y con la seguridad de que estás siempre cerca. Siempre. En Jesús nosotros creemos. Amén.

Augusto G. Milián

 

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