Una taza de café


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hay que encender una luz en la oscuridad

Hay que aprender a hacer el bien. Porque lo hemos olvidado.

Los hombres y las mujeres de nuestra época dedican mucho tiempo y esfuerzo a buscar. A recolectar. Se busca, por ejemplo, poder, se buscan seguidores, fama, se busca paz, dinero, se busca salud, amor, se busca atención. Algunos, hasta buscan en el mundo exterior lo que deberían tener en el mundo interior; pero no lo encuentran. Otros, buscan al Sr. Dios en las iglesias y donde lo han perdido en sus corazones.

Vivimos días en que muchos creyentes no comprenden todos los acontecimientos que llegan disfrazados de noticias. Pero también son días para tomar decisiones. Días para mostrar fe o sencillamente para renunciar a ella. Días para vivir, aunque a veces haya que respirar debajo del agua.

Es al final del libro de Deuteronomio, cuando Moisés le pide al pueblo que en un ejercicio de libertad escojan entre la vida y la muerte. Y es que por cada decisión que tomamos pagamos un precio. Y recorremos un tipo de camino. Jesús repetirá la misma invitación a sus seguidores. Y esa invitación está delante de nosotros cada día. Como si fuera una taza de café. O un pedazo de pan.

La vida que tú y yo vivimos está inundada de desafíos, de incertidumbres, de espinos; pero también hay un horizonte que se avizora. Hay certezas. Hay bayas.

Es el Espíritu Santo quien destierra nuestros miedos y pone palabras de esperanza en nuestros labios. Por ello tendremos que hacernos preguntas. Buscar respuestas y hacer elecciones sin perder la ternura.

Si, hay que crecer. Madurar en nuestra relación con Jesús; pero sin perder la ternura. Mucha gente cree que es cristiana porque guarda determinados mandamientos y han olvidado que el cumplimiento de la ley es el amor.

Lectura del evangelio de Juan 6, 66-68

 Desde entonces, muchos discípulos suyos se volvieron atrás y ya no andaban con él. Jesús preguntó a los Doce: ¿También vosotros queréis dejarme? Simón Pedro le respondió: Señor, ¿a quién iríamos? Sólo tus palabras dan vida eterna.

¿Quién escuchará hoy nuestra oración?

Padre: Un día mí elección fuiste Tú, pero lo he olvidado después de tantos años. A veces me siento muy cansado y encuentro intolerables algunos aspectos de la enseñanza de la fe cristiana. Pero también he aprendido que alejarme no resuelve nada. Nada. En tiempos de desánimo concédeme la gracia de agarrarme a Ti como un náufrago se aferra a un madero. Espíritu Santo abre mis dos oídos y acalla mi lengua. Jesús tú nos has prometido la vida y nosotros en ti esperamos. Amén.

Augusto G. Milián

 

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