¡Christos anesti!


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hay que encender una luz en la oscuridad

La manera en que miramos la vida determina el tipo de vida que vivimos. Hay días que miramos con miedos. Hay días que miramos con fe. Hay días que lloramos una pérdida. Hay días que hacemos una fiesta.

Los discípulos creyeron que Jesús siempre iba a estar con ellos. Que lo podrían poseer como si fuera un amuleto. Y por eso dieron cobijo al miedo. Y es que no hay nada que nos asuste más que perder lo que poseemos. Asi que cuando la muerte de Jesús interrumpe sus vidas se esconden y lloran. Pero los discípulos tienen un problema aun mayor: no son capaces de reconocer al Jesús que retorna de la muerte.

María Magdalena no ha entendido las Escrituras. Pedro no ha entendido las Escrituras. Juan no ha entendido las Escrituras. Nosotros nos parecemos mucho a ellos. No entendemos las Escrituras y por eso lloramos. Pero también lloramos por otras causas.

Lloramos de impotencia ante la desgracia. Lloramos por el dolor propio y algunas veces por el dolor ajeno. Lloramos ante la injusticia. Llorando ante la muerte de los que hemos amado. Lloramos porque no estamos preparados para enfrentar la cruda realidad. Lloramos por desconsuelo. Lloramos porque un amor se acaba y volver a la vida nos duele. A ti y mí Jesús nos pregunta: ¿Por qué tú lloras?

Pero si leemos las Escrituras hasta el final sabremos que Jesús ha vencido la muerte. El poder del Sr. Dios ha interrumpido la muerte. Su visión de la vida no es que la muerte tenga la última palabra. ¡No! A la muerte se le interrumpe con la resurrección. Jesús interrumpe el dolor que causa la muerte y por eso llama a María por su nombre.

Pero Jesús no vuelve a la vida para que María deje de llorar. Jesús está vivo porque quiere hacer algo por nosotros. Lo que él había hecho por nosotros al resucitar de entre los muertos, es para resucitarnos a nosotros también aquí y ahora. Él nos resucita a la vida haciendo de su Dios nuestro Dios, y para hacer de su Padre nuestro Padre.

¿Y tú? ¿Tú por qué buscas entre los muertos al que está vivo? ¡Christos anesti!

Lectura del evangelio de Juan 20, 11-16

María se había quedado fuera, llorando junto al sepulcro. Sin cesar de llorar, se asomó al interior del sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados en el lugar donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Los ángeles le preguntaron: Mujer, ¿por qué lloras?

Ella contestó: Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.

Volvió entonces la vista atrás, y vio a Jesús que estaba allí, pero no lo reconoció. Jesús le preguntó: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién estás buscando?

Ella, creyendo que era el jardinero, le contestó: Señor, si te lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto y yo misma iré a recogerlo.

Entonces Jesús la llamó por su nombre: ¡María!

¿Quién escuchará hoy mi oración?¿Quién?

Padre: Gracias por este nuevo día. Lo que he recordado estos días sobre la Resurrección me invitan a dejar mi tumba de egoísmo y de desesperanza. Que yo no olvide. Porque somos llamados a caminar con los ojos de la esperanza. Permite que sea testigo de tu presencia resucitada en esta mañana, en nuestro oscurecido y fracturado mundo. Espíritu Santo que yo pueda llevar luz allí donde hay oscuridad. Nosotros, al Cristo vivo servimos. Amén.

Augusto G. Milián

 

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