¿Se puede ir del miedo a la confianza?


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hay que encender una luz en la oscuridad

Sólo amanece cuando nuestros ojos están listos para ver el nuevo día. No antes.

Si tú me preguntas si se puede ir del miedo a la confianza, yo te responderé con un rotundo si. Pero también sé que para la mayoría de los discípulos este es un camino empinado. Arduo. A veces intransitable si se hace en soledad. Y es que después del domingo de Resurrección volvemos a hacernos las mismas preguntas, retomamos los problemas que habíamos abandonado, vuelven los sufrimientos personales, regresan las angustias y el desamor entra en escena otra vez sin que podamos hacer nada para evitarlo. Nada

El evangelio de esta mañana nos ofrece una imagen poco festiva. Los seguidores de Jesús se han autoencerrado. Más que un domingo parece un viernes. El miedo no sólo les obliga a cerrar la puerta sino que los aísla del mundo exterior. En realidad el miedo puede hacer muchas cosas por nosotros, pero sobre todo nos paraliza. El miedo, dice la Escritura, es todo lo contrario al amor.

Y es en medio de esta realidad, a veces tan conocida por ti y por mí, que Jesús, el resucitado se hace presente. Vence la puerta cerrada y vence al miedo que los discípulos se habían impuesto como mecanismo de defensa. Y el que llega es el que saluda. Shalom.

Pero este no es el saludo de siempre. Hay algo nuevo en él. Este Shalom se escucha como una invitación. Como una oferta. Y es que la paz es un regalo. Es la certeza que le permite a los seguidores de entonces, y de ahora, sobrellevar los temores sin perder la confianza.

A los que están escondidos porque la vida les da miedo, les tengo una buena noticia en este día: Jesús siempre se presenta. Jesús siempre se revela. Jesús siempre se acerca. Jesús siempre se ofrece. Jesús siempre nos busca y nos encuentra.

No importa cuán herido estamos. También hay paz para nosotros. Y es que la vida es eso, momentos de paz y momentos de heridas. Y Jesús en medio de nosotros. Y Jesús con nosotros.

Perdóname si hoy no te digo buenos días, pero déjame que te diga: ¡Shalom!

Lectura del evangelio de Juan 20, 19

Aquel mismo primer día de la semana, al anochecer, estaban reunidos los discípulos en una casa, con las puertas bien cerradas por miedo a los judíos. Se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: ¡Shalom!

¿Quién escuchará hoy mi oración?¿Quién?

Padre: Quiero que mis primeras palabras en esta mañana sean a Ti. Tú eres nuestra paz, aunque nosotros somos frágiles. Tú eres quien nos das al Espíritu Santo para que el miedo no nos paralice el alma. Jesús contigo salimos al camino en este día. Amén.

Augusto G. Milián

 

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