Tenemos buenas noticias


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hay que encender una luz en la oscuridad

Las malas noticias se gritan a los cuatro vientos. Las buenas noticias, generalmente, se musitan al oído, como si no quisiéramos que nadie las escuche.

Nuestra cultura post-cristiana se ha olvidado de muchas cosas. Se ha olvidado de que tenemos una vida interior. Se ha olvidado de que hay dolores del alma que no se alivian con fármacos. Se ha olvidado de sacar las lágrimas de los que sufren. Se ha olvidado de compartir las buenas noticias. Y los discípulos nos hemos conformado con guardar silencios.

Los evangelios que se leen estos días nos recuerdan algunos relatos post-pascuales. Relatos donde interactúan Jesús y los discípulos. Los discípulos y Jesús. Los lectores sabemos que acerca la despedida y parece que Jesús tiene prisa en dejar clara algunas cuestiones. Por ello cuando llega, sin previo aviso, les desea shalom. Por ello atraviesa puertas cerradas y atrancadas, para que el miedo no tenga la última palabra. Por ello les invita a salir al mundo exterior con un objetivo primario: compartir las buenas noticias.

Ahora quiero hacer una pregunta. ¿Cuál fue la última buena noticia que has escuchado? Tal vez fue sobre una enfermedad curada, o una relación que estaba rota y que se restableció, o que un recién nacido ha llegado a la familia, o que alguien nos dijo que nos quería. En realidad no importa lo que haya sido, lo trascendente es que algo ocurrió, y ese algo fue transmitido a ti y a mí. Y ese algo nos cambió.

Las Escrituras están llenas de buenas noticias. Pero a veces nos las vemos, porque estamos entretenidos con lo secundario, con lo que tenemos delante, con nuestras opiniones. La Escritura nos dice, de muchas formas, que todos aquellos hombres y mujeres que han depositado su fe en Jesús, como su Salvador y Señor, son declarados justos por el Sr. Dios; y ahora son adoptados y hechos hijos y pueden tener paz; aunque a su alrededor hayan cardos y espinos. Ahora forman parte de una nueva familia, la iglesia, para sostenerse entre ellos, para crecer juntos, para vivir en libertad, para compartir el perdón. Y esta es una buena noticia. Una muy buena noticia. Pero esta noticia es buena, para ti y para mí, sólo si la creemos. Pero si creemos en ella, todo cambiará. Todo.

Hoy a las tres de la tarde las malas noticias entrarán en nuestra casa sin pedir permiso. Pero no tenemos que tragarlas como si fuéramos unos pichones indefensos y hambrientos. Podemos elegir.

Los discípulos de Jesús tenemos buenas noticias y queremos compartirlas. Así que bienvenidos a la gracia.

Lectura del evangelio de Marcos 16,14-16

Por último se apareció a los once discípulos, cuando estaban sentados a la mesa. Después de reprocharles su incredulidad y su obstinación en no dar fe a quienes lo habían visto resucitado, les dijo: Id por todo el mundo y proclamad a todos la buena noticia. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, será condenado

¿Quién escuchará hoy mi oración?¿Quién?

Padre: Salir al mundo nos da miedo. Nos incomoda. Pero no queremos permanecer encerrados para siempre entre las cuatro paredes del edificio eclesial. Espíritu Santo,  danos valor y fe para redescubrir en tu Palabra el llamado a la misión. Recuerda lo que hemos olvidado, aleja nuestros temores. Pon palabras de paz en nuestras bocas, y amor en nuestras manos. Jesús sácanos al camino ahora que el día comienza. Amén

Augusto G. Milián

 

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