Nunca


 

 

 

 

 

 

 

 

Hay que encender una luz en la oscuridad

Ni para ti ni a mi es sencillo aceptar las pérdidas. Y por eso lloramos.

Ni para ti ni para mi es fácil renunciar a nuestros apegos. Y no es fácil porque entre otras cosas no nos han enseñado a renunciar a nada ni a nadie.

Ni para ti ni para mi renunciar es una situación satisfactoria. En realidad nos cuesta renunciar a un trabajo que nos esclaviza, a las amistades que son por compromiso, a los planes de estudios que no son creativos, a almacenar todo tipo de enseres que nunca utilizamos y a las creencias distorsionadas que hemos ido coleccionando con los años en nuestra vida de fe.

Ni a ti ni a mi nos han educado en la toma de decisiones difíciles. Y es que cuando deseamos emprender un nuevo camino nos damos cuenta que no podemos llevar todo lo que deseamos o creemos necesario en nuestras mochilas y entonces es que entendemos, con dolor del corazón, que algo tendremos que dejar atrás para poder seguir. Y ese dejar atrás se llama nada más y nada menos que renunciar.

Ni a ti ni a mi se nos han entrenado en el arte de saltar al vacío. Y es que cuando valoramos los cambios sabemos lo que dejamos atrás, el pasado; pero no tenemos la menor idea de lo que hay delante, el futuro. Y es entonces cuando aparece, en un recodo del camino, ese demonio implacable que nos susurra al oído que hay que valorar más las pérdidas que las ganancias. Y la mayoría de las veces le obedecemos.

A ti y a mi se nos pide, sobre todas las cosas, honestidad en el discipulado. Y quién lo pide es Jesús. El que va delante de nosotros es el que quiere saber de a qué estamos dispuestos a renunciar, qué queremos entregar, a qué zona de confort estamos dispuesto a abandonar.

A ti y a mi se nos anunció que teníamos derechos que reclamar como hijos del Sr. Dios y son las palabras de Jesús las que nos recuerdan que lo que se nos da es un regalo. Y si creemos merecernos una geografía en el mundo que está por venir, la única certeza es que es El quien nos la da. Porque jamás será una geografía que podemos comprar o ganar con nuestro esfuerzo. Y jamás es todo lo contrario a siempre.

Tú y yo seremos recompensados. Por supuesto, pero será por nuestras señales de amor. Nunca por los sacrificios. Nunca

Lectura del evangelio de Marcos 10, 28-31

Pedro le dijo entonces: Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo para seguirte.                                                                                                                              Jesús le respondió: Os aseguro que no hay nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o tierras por causa mía y de la buena noticia, y no reciba en este mundo cien veces más en casas, hermanos, madres, hijos y tierras, aunque todo ello sea con persecuciones, y en el mundo venidero la vida eterna. Muchos que ahora son primeros, serán los últimos, y muchos que ahora son últimos, serán los primeros.

¿Quién escuchará hoy mi oración?¿Quién?

Al Señor de los cielos que me ha permitido abrir los ojos a este nuevo día:                     Dios mío, tu eres el alfarero, yo el barro. Tú el que todo lo sostiene con su Palabra, yo el sostenido cuando ya no puedo dar un paso más. Espíritu Santo enséñame el camino del desapego porque son muchas mis angustias. Jesús estamos en tus manos, no nos dejes caer. Amén y amén

Augusto G. Milián

 

 

Comentarios