Palabras ásperas


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hay que encender una luz en la oscuridad

Hay días que no nos gustan los silencios. Hay días que no nos gusta lo que Jesús dice. Y es que las palabras de Jesús se nos tornan duras. Ásperas.

Algunos hombres y algunas mujeres tienen la creencia que han heredado la fe como se hereda una casa o un campo con olivos. Pero la fe no se hereda. Ha de ser recibida. En realidad cuando confesamos a Jesús como nuestro Salvador, el Sr. Dios nos adopta y entonces entramos a formar parte de otro modelo de familia. Una familia que demandará lealtad aun en medio de la tormenta.

Algunos hombres y algunas mujeres albergan la creencia de que el discipulado es un camino de baldosas amarillas adornado con jardineras. Pero el discipulado es sobre todas las cosas desechar patrones de incredulidad y conformismo. Y es en este nuevo camino donde los discípulos escuchan, aprenden y crecen. Donde dejan de comportarse como niños. Y es que nadie puede desarrollarse escondidos entre cuatro paredes.

Hoy quizás no, pero un día tropezaremos con la certeza de que el discipulado demanda seguir adelante sin mirar atrás. Porque habremos aprendido que el pasado no es un lugar donde podemos habitar. Es en el pasado donde anidan la culpa y los resentimientos. Pero hay una buena noticia para nuestro pasado: hemos sido perdonados.

Y entonces llega un día cuando el Espíritu Santo comienza a quitar basura de aquí y escombros de allá y cavar y cavar hasta llegar a donde está esa roca en que se había convertido nuestro corazón. Y es allí donde entonces se hace la luz. Donde ocurre el milagro.

Hay hombres y mujeres que aun tienen la costumbre de echar vino nuevo en odres viejos. Pero a ellos no les gustan los silencios. Tampoco las duras palabras de Jesús. Palabras ásperas. Palabras de fuego.

Lectura del evangelio de Marcos 3, 31-35

Entre tanto, llegaron la madre y los hermanos de Jesús; pero se quedaron fuera y enviaron a llamarlo. Alguien de entre la gente que estaba sentada alrededor de Jesús le pasó aviso: Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y te buscan. Jesús les contestó: ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Y, mirando a quienes estaban sentados a su alrededor, añadió: Estos son mi madre y mis hermanos.  Porque todo el que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.

¿Quién escuchará hoy mi oración?¿Quién?

Padre: Ahora que amanece sobre esta tierra te doy permiso para que limes mis imperfecciones. Para que quites los obstáculos que me enredan al andar, al andar por los caminos. Espíritu Santo ayúdame a tener relaciones sanas en la familia. En el nombre de Jesús nosotros perseveramos. Amén.

Augusto G. Milián

 

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