¿A la derecha o a la izquierda?


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hay que encender una luz en la oscuridad

El mar Cantábrico llega a la orilla en forma de olas. De espuma. Y lo inunda todo. Nosotros estamos inundados de palabras, de etiquetas, de terminologías. Algunas nos ayudan a encontrar nuestro lugar en el mundo. Otras no. Otras sacan lo peor de nosotros.

Una de las primeras cosas que me enamoraron de Jesús fue la compasión. Y la compasión es todo lo contrario a las luchas de poder y a los juegos de tronos de este mundo. Ser una persona de éxito y popular tienen mejor prensa que elegir ser un servidor.

Jesús sabía que siempre tendremos voces que nos inviten a estar cerca del trono, a la derecha o a la izquierda, pero cerca del trono. Porque entre otras cosas, existe el criterio que desde los lugares de importancia se puede hacer el bien. Pero Jesús sabe que la cruda realidad, la del corazón humano, está llena de buenas intenciones. Llena.

El evangelio de Jesús, que tú y yo escuchamos cada domingo, poco tiene que ver con el poder. Por eso Jesús recomienda a los discípulos que no pretendan parecerse a los jefes de las naciones porque ellos en realidad las oprimen desde el poder. Y es a los discípulos, también a ti y a mí, que nos dice: Entre vosotros no debe haber ese tipo de relaciones. Porque si alguno quiere ser grande, entonces ha de convertirse en servidor de los demás. Si alguno quiere ser el primero en alguna cosa, entonces que sirva a otros.

Y este es el camino que eligió Jesús y que no siempre la iglesia ha querido seguir. Un camino que nos lleva a descender cuando otros a lo que aspiran es a subir, a tener prestigio y reconocimiento. El camino de Jesús es un camino absurdo y contracultural para la mayoría del cristianismo triunfante de aquí y de ahora.

¿Qué estoy esperando de Jesús? Esta es una pregunta desafiante. Una pregunta que habla alto y claro de nuestra identidad más que cualquier confesión de fe. Una pregunta que espero que el Espíritu Santo me ayude a responder. No quiero éxito. No quiero poder. Quiero estar alegre, sentirme querido y tener paz cuando llegue la noche.

A los que me escuchan desde la distancia o desde la ciudad: Antes de despedirme déjenme desearles un buen Agosto y hasta que nos volvamos a encontrar en el camino.

Lectura del evangelio de Mateo 20, 20-21

En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: ¿Qué deseas?
Ella contestó: Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.

¿Quién escuchará hoy mi oración?¿Quién?

A ti Señor y Dios, hoy dirijo mis palabras: Ayúdame a ser humilde de corazón y a alejar el orgullo de mi vida. Concédeme la sabiduría de aceptar los desamores y la soledad. Aleja la soberbia de mi corazón, porque no quiero vivir en las apariencias, o de los  halagos, o de los aplausos. Te doy gracias en este día que comienza, porque Tú puedes coger mi mano y llevarme de regreso a casa. Jesús, ¿a dónde podemos ir sino es contigo? Amén.

Augusto G. Milián


 

 

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