Entre el polvo y los espinos


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hay que encender una luz en la oscuridad

Buen martes para los que están cerca. Buen martes para los que están lejos:

Hay personas que tienen esperanza. Hay personas que son optimistas. Los segundos han aceptado la idea de que todo les irá bien en la vida. Los primeros creen que aunque a veces el dolor y el temor toquen a sus puertas el Sr. Dios les sostendrá entre sus brazos. Nosotros tenemos esperanza.

Pero nuestra esperanza no está sustentada en la visión de una tierra lejana a la que queremos llegar a toda costa como un naufrago después del desastre. No. Nuestra esperanza tampoco descansa en  una estructura social idealizada y paradisíaca como algunas publicaciones religiosas acostumbran a mostrar. Nuestra esperanza es ante todo la presencia viva del Espíritu de Dios dentro de  nosotros y que se nota por fuera. Como una taza de café recién servida.

Es el Espíritu Santo quien nos hace brillar en el sitio donde estamos. No la acumulación de tradiciones o de conocimientos bíblicos. Estas cosas nos hacen religiosos o sabios; pero no habitantes del reino del Sr. Dios. Así que dos excelentes preguntas para comenzar este día sería: ¿Está mi corazón intentando encontrarse con Dios? o, ¿está mi corazón preocupado por otras cosas más falibles y equivocas?

Jesús les propone a los discípulos, también a ti y a mí, cambiar de corazón antes de lanzarse al camino. Porque con un corazón endurecido por el desamor, sabe, que no se llega lejos y tampoco se puede ver la vida como la ve el Sr. Dios. Desde arriba. Sin ánimo de venganza. Sin ser vencidos por el mal, sino venciendo el mal haciendo el bien. En esto consiste la justicia.

Pero de esto también trata la conversión a que somos llamados. Una conversión que no puede limitarse a un día, porque es cotidiana y progresiva. Una conversión que nos permita aceptar la libertad a que fuimos llamados, porque ya no somos gálatas. No lo somos.

Si, quizás tú y yo llevamos mucho tiempo preocupándonos por las ventanas que están cerradas a nuestro alrededor. Quizás hasta las preocupaciones son el motivo de las heridas que portamos y que no cicatrizan, sin darnos cuenta que hay una puerta abierta. A los que le seguían entre el polvo y los espinos, Jesús les dijo: Yo soy la puerta.

A esos que no han perdido la fe, a los que han abrazado la esperanza les recuerdo: ¡Abran las puertas para que entre Dios!

.Lectura del evangelio de Mateo 6,31-33

Así que no os preocupéis diciendo: ¿Qué comeremos? o ¿Qué beberemos? o ¿Con qué nos vestiremos? Los paganos andan tras todas estas cosas, pero el Padre celestial sabe que necesitáis de todo esto. Más bien, buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.

¿Quién escuchará hoy mi oración?¿Quién?

Quédate con nosotros Señor, porque el día comienza. Quédate con nosotros, para que nuestro corazón no se enfríe por la maldad. Quédate con nosotros para que la oscuridad no tenga la última palabra. Quédate con nosotros Jesús. Amén. 

Augusto G. Milián

 

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