Dejemos que la gracia se siente a nuestra mesa


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hay que encender una luz en la oscuridad

Buen martes para los que están cerca. Buen martes, para los que están lejos:

Lo único constante en la vida son los cambios. A veces comienzan de manera violenta e inesperada. Otros con un simple sonido de un martillo al amanecer.

Parece que cambiar no nos tendría que suponer ninguna dificultad. Ninguna. Y es que los cambios son inherentes a la realidad, a la época en que vivimos y a nosotros mismos, ya que cambiamos desde que llegamos al mundo, en medió de un llanto, hasta el día que dejemos de respirar. Entonces, ¿por qué nos cuesta tanto aceptar y asumir los cambios? Quizás la respuesta más sencilla es esa sensación de falta de control sobre la situación que cambia. Quizás es porque lo nuevo nos asusta.

Los discípulos de Jesús, los de antes y los de ahora, estamos atiborrados de preguntas, pero también atesoramos ideas anquilosadas sobre muchos aspectos de la vida. Y es el mismo Jesús quien nos invita a preguntar, a mirar desde otro lugar, a salir al camino y ver la vida desde otra geografía. Y para responder Jesús cuenta pequeñas narraciones donde podemos extraer una enseñanza. Donde se pueden apreciar los cambios porque están delante de nosotros.

La semilla de mostaza es pequeñísima, pero ella es portadora del contraste entre algo que comienza siendo pequeño para terminar siendo algo grande. Así es el crecimiento del Reino del Sr. Dios: tan pequeño, que a veces podemos pensar que no está ocurriendo nada importante. Porque hemos heredado, entre otras cosas, la idea de que el Reino de Dios, ha de ser tremendo, grandioso, mayestático, pero Jesús nos hace volver los ojos a las cosas simples de la vida, a las que no prestamos atención, pero que portan en su interior lo luminoso. Lo justo. Lo perdurable.

Si, los cambios nos pueden dar temor a ti y a mí. Y los podremos rechazar o aceptar. Pero ellos siempre estarán entre nosotros. Y son esas pequeñas cosas, las que nos dan vida, las que nos calman la sed. Las que nos dicen que hemos sido perdonados. Las que nos ofrecen una vida abundante, donde el Sr. Dios está obrando.

Algunos cambios comienzan cuando abrazamos la fe y dejamos que la gracia se siente a nuestra mesa. Una mesa para celebrar que no somos mejores seguidores de Jesús que otros hermanos, sino una mesa para, juntos, recordar como la Palabra de Dios ha venido para todos para ser leída y escuchada con libertad.

Lectura del evangelio de Lucas 13, 18-19

Decía Jesús: ¿Con qué puede compararse el reino de Dios? ¿Con qué lo compararé? Puede compararse al grano de mostaza que un hombre sembró en su huerto, y que luego creció y se hizo como un árbol, entre cuyas ramas anidaron los pájaros.

¿Quién escuchará hoy mi oración?¿Quién?

Mi Señor y mi Dios, en esté ultimo martes de Octubre te damos gracias. Gracias por tu presencia en nuestras vidas. Gracias por hablarnos mediante las Escrituras y mostrarnos cuán grande es tu amor. Gracias porque has traído esperanza a nuestras vidas. Hoy vivimos con ilusión los cambios y con la seguridad de que estás siempre cerca. Nosotros confiamos en Jesús. Sólo Jesús. Augusto Gil Milián.

 

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