Una corta oración












Hay que encender una luz en la oscuridad

Buen martes para los que están cerca. Buen martes para los que están lejos:

Hoy a medida que ha ido amaneciendo en muchos lugares del mundo se están haciendo oraciones por la paz. Se encienden velas. Se quema incienso. Se practica el ayuno. Porque las imágenes, terribles, que nos llegan son angustiosas. Son amenazantes. Y nos dejan sin aliento.

Jesús espera  muchas cosas de sus discípulos. Espera por ejemplo que seamos hacedores de paz. Pero nosotros hemos optado por andar por tres senderos. El primero habla de  practicar la preocupación en todo tiempo y como estamos preocupados dejamos de hacer lo más importante. El segundo nos predica no pensar, no ver las noticias, y así no ver lo que está sucediendo. Como si con ellos la realidad fuera otra. Pero la realidad es la que es. Cruda. Y el tercer sendero es el más peligroso. Nos convoca a matar con hierro al que ha matado con hierro. Se trata de vengarnos.

Y es que la posibilidad de hacer pagar a alguien por el daño que nos causó en el pasado es muy seductora. Los cristianos lo sabemos muy bien. Pero con la venganza hay una dificultad: los que se toman la justicia por su mano desconocen dónde están los límites. O cuando parar.

Tú y yo lo sabemos, por mucho que nos angustiemos no podemos cambiar lo que sucede ni con nosotros, ni con la familia, ni con el mundo. Pero si hay una cosa que podemos hacer. Una cosa que nos lleve más allá de las estrechas fronteras que nos imponen los juegos de tronos. Tú y yo podemos, hoy, hacer un viaje desde la angustia a la oración. Y nadie nos lo puede impedir. Nadie.

¿Significa esto que las preocupaciones, el dolor y las lágrimas desaparecerán? Pues no. Probablemente no. Pero la oración nos ofrecerá la fuerza necesaria para consolar a los que lloran y perdonar a los que asesinan a los que amamos. Si, la oración nos dará el suficiente coraje para gritar a los cuatro vientos: ¡Detened la barbarie! Porque si nosotros no gritamos nadie más lo hará.

Hoy antes que saliera el sol entre los pinos he abierto las puertas de la capilla de par en par. He encendido algunas velas. Y he pronunciado una corta oración de una sola palabra para que el Sr. Dios me entienda: ¡Shalom! ¡Shalom! ¡Shalom!

Lectura del evangelio de Mateo 5, 9

Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios

¿Quién escuchará hoy mi oración?¿Quién?

Señor, Dios de paz, escucha nuestras oraciones de esta mañana. Hemos intentado muchas veces y durante muchos años resolver nuestros conflictos con nuestras fuerzas, y también con nuestras armas; pero los conflictos y las armas siguen aquí. Espíritu de Dios, danos tú la paz, enséñanos tú la paz y guíanos tú hacia la paz. Abre nuestros ojos y nuestros corazones, y danos la valentía para decir: ¡No queremos más guerras! Porque con la guerra, todo queda destruido. Todo. Jesús desarma nuestras manos y nuestras lenguas porque no podemos seguir con tantas cargar. No podemos. Amén.

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Augusto Gil Milián

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