Al final la luz se impone


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hay que encender una luz en la oscuridad

Buen martes para los que están cerca. Buen martes para los que están lejos:

Ha regresado la niebla al valle del Ebro. Las nieblas siempre retornan en Diciembre y vienen de la mano del frío. Son días donde lo viejo y lo nuevo se encuentran sin pedir permiso.

Creer está indisolublemente ligado al escuchar y al esperar. La lectura de esta mañana nos presenta la personificación del creer. Un hombre común. Simeón, alguien que escucha, y esto significa no sólo utilizar el sentido del oído, sino también que acepta lo que se oye. Simeón, alguien que espera. Simeón escuchó que el Sr. Dios  había prometido un Mesías y lo ha estado esperando desde hace mucho tiempo. Toda su vida. Nosotros necesitamos creer así. Escuchar así. Esperar así.

Creo en Dios a mi manera, oigo decir de vez en cuando. A veces entre la multitud del tranvía. A veces en petit comité junto a una taza de té. Y esto quiere decir sencillamente que llevo, a lo que yo creo que es dios, en un bolsillo. Y lo hago salir cuando el viento y las olas me dan miedo. Y espero que me extienda su mano para no hundirme. Pero esto no es creer. Esto no es escuchar. Y mucho menos es esperar.

El Mesías al que se enfrenta Simeón es muy diferente al que él esperaba. Es frágil. Es blando. Es dependiente. No sabe hablar aun, sino que gorgojea. Pero el hombre que ve al Mesías, no es alguien importante de la ciudad, no tiene poder entre las familias sacerdotales, no se le conoce entre las esferas de poder. Ya no es joven. Se trata de un viejo que lo único que tiene para vivir el día a día es justicia y piedad. Este es un encuentro extraño. Inesperado. Inaudito. El fin de una época se encuentra con una nueva.

Entre nosotros hay esperanzas y sueños que no se han cumplido aun. Algunos los damos por perdidos y a otros nos aferramos como lo hace la trepadora a la pared. Entre nosotros hay dolores y hay cantos, y con ambos cargamos como si fueran una herencia que nos ha dejado la familia. Entre nosotros hay malos recuerdos, pero también hay motivos de gratitud. Quizás esto sea la vida, aquí y ahora, andar entre las flores con espinas.

La buena noticia de esta mañana es que también nosotros hemos oído y hemos visto la salvación, porque también tú y yo nos tropezamos con Jesús allá lejos y hace tiempo. También a nosotros se nos ofrece la libertad y el perdón. Libertad de entrar en lo nuevo que no conocemos. Y el perdón para despedirnos de lo viejo que nos resulta familiar. La buena noticia es que la paz está al alcance de la mano.

Ha regresado la niebla al valle del Ebro. Pero no perdura mucho. Al final la luz se impone.

Lectura del evangelio de Lucas 2, 25-32

Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él. Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor. Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer por él conforme al rito de la ley,  él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo: Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz. Conforme a tu palabra; porque han visto mis ojos tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos; luz para revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel.

¿Quién escuchará hoy mi oración?¿Quién?

Padre: Sean nuestras primeras palabras del día de gratitud. Te pedimos que nos capacites para ser fieles aun en medio de la desesperanza. Para ser luz cuando haya oscuridad. Danos hoy la fuerza de tu Espíritu, para que el amor no se enfríe aun en medio de la maldad. Nosotros a Jesús escuchamos. Nosotros a Jesús creemos. Nosotros a Jesús esperamos. Amén. Augusto Gil Milián.

 

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