A pesar de los cardos y las ortigas


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hay que encender una luz en la oscuridad

Lectura del evangelio de Lucas 5, 27-32

Después de esto, Jesús salió de allí y vio a un recaudador de impuestos llamado Leví, que estaba sentado en su despacho de recaudación de impuestos. Le dijo: Sígueme.  Leví se levantó y, dejándolo todo, lo siguió. Más tarde, Leví hizo en su casa una gran fiesta en honor de Jesús, y juntamente con ellos se sentaron a la mesa una multitud de recaudadores de impuestos y de otras personas. Los fariseos y sus maestros de la ley se pusieron a murmurar y preguntaron a los discípulos de Jesús: ¿Cómo es que vosotros os juntáis a comer y beber con recaudadores de impuestos y gente de mala reputación? Jesús les contestó: No necesitan médico los que están sanos, sino los que están enfermos. Yo no he venido a llamar a los buenos, sino a los pecadores, para que se conviertan.

Buen martes para los que me puedan escuchar. Cada amanecer es un regalo, pero algunas personas lo han olvidado.

Hay recuerdos que nos hacen seguir en el camino de la fe. Que nos sostienen a pesar de los cardos y las ortigas. Algunos de esos recuerdos los atesoro desde mi infancia. Algunos giran en torno a la mesa familiar. Sobre todo la mesa de los abuelos. Una mesa grande y vieja. Con la pintura desgastada y con un hule de flores rojas. Una mesa donde siempre había espacio y comida para la familia y para los extraños. Una mesa donde se tomaba café o se escuchaba la radio. Una mesa que fue testigo de muchas fiestas y de algunas penas.

Tanto en el pasado como en el presente, la mayoría de los hombres y las mujeres no quieren estar cerca de las personas que cometen injusticias o que sus faltas son evidentes. Generalmente hacemos un muro de separación, a veces visible, a veces invisible, con las personas que son diferentes a nosotros, que no opinan como nosotros, que visten diferente a nosotros. O que han nacido en otro lugar. Porque la diferencia nos asombra, nos entumece. Nos da temor. Pero Jesús no actúa así. Jesús es diferente a nosotros.

¿Por qué Jesús habita entre nosotros? Esta es una pregunta necesaria en los días que vivimos. Días dónde se etiqueta a la gente según nuestras opiniones: los nuestros y los enemigos. Pero tanto los primeros como los segundos tienen algo en común. Son falibles. Se equivocan. Cometen faltas. Tienen el corazón endurecido. Y más temprano que tarde acabarán perdidos y sin saber cómo regresar a casa. En realidad los nuestros y nuestros enemigos se parecen mucho a ti y a mí.

Nosotros confesamos que Jesús está entre nosotros para hacer posible todo regreso. No importa cuan lejos nos hayamos ido. Irá a donde estamos. Está para buscar al que está perdido. Está para preparar una mesa donde hay pan y vino y donde todos son bienvenidos.

Si tú me preguntas qué está haciendo Jesús hoy. Yo tendré que responderte: ha encendido una luz en la oscuridad. Para que el invierno no dure para siempre. Para que la oscuridad no tenga la última palabra. Porque él vence al mal haciendo el bien.

¿Quién escuchará hoy mi oración?¿Quién?

Padre nuestro: Ahora que se inicia la mañana te pido que perdones mis errores porque son como piedras en los zapatos. No me dejan andar. Espíritu Santo nosotros solos no podemos cambiar nuestra manera de hablar y de actuar. Necesitamos tu ayuda. Jesús esta es tu casa. Amén. Augusto Gil Milián

 

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