Lo diferente nos causa temor


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hay que encender una luz en la oscuridad

Buen martes para los que me escuchan desde lejos. Buen martes para los que escuchan desde cerca. Cada día es un regalo, pero a usted y a mí se nos olvida.

Lo diferente nos causa temor. Hoy quiero hablar de los amigos del hombre paralitico. Porque es su fe la que palpa Jesús. El escenario sigue siendo el mismo: Jesús llega al pueblo y todo el mundo quiere verle. Los amigos del hombre que está paralizado también le quieren ver, pero deciden no ir solos. Llevarán a su amigo. Atravesar el pueblo no será cómodo y lo peor es la cantidad de gente que hay en la casa. No cabe ni una aguja. ¿Y si abrimos un agujero en el techo?

Lo diferente nos causa temor. Muchas veces creemos que los escollos y las crisis que nos paralizan son enormes, pero en realidad son frágiles como algunos techos. Los podemos romper. Y si no podemos nosotros entonces necesitaremos de nuestro círculo de amistades. Creo que los amigos son un regalo que nos hace el Sr. Dios para hacernos soportable nuestra existencia. Son los que nos empujan cuando no podemos caminar. Son los que secan nuestras lágrimas cuando la pena hace nido en nosotros.

Lo diferente nos causa temor. Pero nosotros siempre esperamos la reacción de las personas para hablar o actuar, Y hasta en ocasiones hasta para sentir. ¿Qué pensará Jesús de estos hombres que interrumpen su enseñanza rompiendo el techo y bajando a un hombre paralizado?

Lo diferente nos causa temor. Por lo general, estamos acostumbrado, que Jesús aprecie la fe del enfermo para actuar. Pero en esta ocasión lo que admira es la fe de los que le acompañan. Porque lo que había en la cara de los amigos era fe no miedo.

Lo diferente nos causa temor. Cuando Jesús mira al paralítico no sólo ve inmovilidad también ve un alma hecha pedazos. Y le dice lo que nosotros queremos escuchar cada día: ¡Tus pecados son perdonados! Y estas palabras traducidas al castellano del valle del Ebro significan: eres limpio, estás sano, eres querido, tu relación con el Padre está restablecida, ten paz.

Si, ya sé que lo diferente nos causa temor. Pero hoy más que nunca necesitamos de amigos, de una comunidad de amigos, de una iglesia de amigos que a nuestro corazón paralizado y roto le ofrezcan el regalo de la paz. Uno de los primeros nombres, con que nosotros conocimos a Jesús fue el de Príncipe de Paz.

Lectura del evangelio de Marcos 2, 1-5

Algunos días después, Jesús regresó a Cafarnaún. En cuanto se supo que estaba en casa, se reunió tanta gente, que no quedaba sitio ni siquiera ante la puerta. Y Jesús les anunciaba su mensaje. Le trajeron entonces, entre cuatro, un paralítico. Como a causa de la multitud no podían llegar hasta Jesús, levantaron un trozo del techo por encima de donde él estaba y, a través de la abertura, bajaron la camilla con el paralítico. Jesús, viendo la fe de quienes lo llevaban, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados quedan perdonados.

¿Quién me acompañara en una oración? ¿Quién?

Padre: Bendice a los que llegan a nuestra vida en silencio, sin tantas palabras. Bendice a los que nos tratan con suavidad y gentileza, hablando el idioma de la paz. Bendice a los que tocan nuestro corazón con cariño, nos miran con respeto y nos aceptan con todos nuestros errores e imperfecciones. Benditos sean los que pudiendo ser cualquier cosa en nuestra vida, escogen ser generosidad. Jesús, háblanos. Amén. Augusto G. Milián

 

 

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