Alguien que recuerda


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hay que encender una luz en la oscuridad

El día ha comenzado. Y el sol sale para todos. Para los que se saben amados y para los que lo han olvidado. Para ti y para mí, hoy es un nuevo día. Una nueva oportunidad.

Lectura del evangelio de Marcos 8, 14-18

Habían olvidado de traer pan, y no tenían sino un pan consigo en la barca. Y él les mandó, diciendo: Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos, y de la levadura de Herodes. Y discutían entre sí, diciendo: Es porque no trajimos pan. Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Qué discutís, porque no tenéis pan? ¿No entendéis ni comprendéis? ¿Aún tenéis endurecido vuestro corazón? ¿Teniendo ojos no veis, y teniendo oídos no oís? ¿Y no recordáis?

El discipulado cristiano puede tener muchos significados, pero es sobre todas las cosas ayudar a otros a seguir a Jesús en el camino de la fe de acuerdo con las instrucciones que establecen las Escrituras. Implica, algo más que repetir ciertas palabras y vestirse de tal manera. Es ser un instrumento en las manos del Sr. Dios y todo es posible con los andamios que proporciona el Espíritu Santo. Pero esta es la teoría. Y todos la sabemos.

La realidad, la cruda realidad suele ser diferente, al menos aquí, en el Valle del Ebro. Y es que los discípulos actuales no nos diferenciamos mucho de los que eligió Jesús y les llamó por sus nombres en los evangelios. Nosotros sentimos predilección por las discusiones. A nosotros nos cuesta escuchar al mundo y al Sr. Dios. ¿Y el corazón? Bueno, nuestro corazón es más propicio a que el enojo nos duré más allá del ocaso.

Pero no todo está perdido. Hay un elemento de gracia que se suele olvidar. Permitanme compartir la buena noticia de esta mañana. Los discípulos podemos, y deberíamos, recurrir a la memoria espiritual. Y eso implicará tener los ojos y los oídos abiertos a lo que hace el Padre a nuestro alrededor. ¿Cuándo? Constantemente.

Porque la fe se manifiesta en nuestras acciones y en cómo respondemos a los desafíos que enfrentamos. Sean pequeños o grandes. Entonces, no se trata sólo de creer en los milagros pasados, sino de vivir de manera que permitamos que nuevos milagros se manifiesten en nosotros. En lo cotidiano. Aquí y ahora.

Un discípulo no es sólo alguien que aprende. Ahora, usted y yo, sabemos que un discípulo es alguien que recuerda lo que Jesús hizo y lo quiere imitar.

Si, nosotros tenemos memoria.

¿Quién me acompañará hoy en una oración?

Padre: A ti nuestra gratitud. A ti nuestros recuerdos. Espíritu Santo ensancha nuestro entendimiento y nuestra memoria. Ahora sabemos que todo lo bueno viene de ti. Amén. Augusto G. Milián

 

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