Los que no me conocen presuponen

Dicen que uso un lenguaje muy botánicante
en mis homilías
y que prefiero la compañía de los gatos
a estar metido en un bar mientras la gente grita
y la televisión se desgalilla.
Dicen que soy un tipo raro
porque no uso corbatas
y opto por las pajaritas,
si, esas que no usan ni los banqueros,
ni los testigos de Jehová,
ni los simpatizantes de los totalitarismos caribeños
por la alergia que les produce la individualidad.
Dicen que mis oraciones no parecen oraciones
sino poemas sin métrica,
sin ritmo,
sin frases románticas;
pero inundados de sal
y ya sabes la sal cuece.
Dicen que soy opaco,
que si usara un nick cuando hablo de teología
debería usar el de Anakin Skywalker
y es que no pueden ubicarme en una sola trinchera,
y es que nunca me encuentran izando una única bandera,
ni alzando mi voz para defender un solo pedazo de tierra.
Dicen que leo libros poco serios,
de mucha fantasía y poco tino.
Libros de letras grandes
y es que no saben que me estoy quedando sin luz en los ojos.
Pero dado que la mayoría de los academicistas de la fe
no escriben para mi
he tenido que buscar donde no había,
crear lo no creado
y poner un poco de estética
a tanto proyectos llenos de buenas intenciones;
pero de sólo eso, buenas intenciones.

Si, la gente dice muchas cosas de mi
y en algunas tendrán razón,
pero sigue siendo un simple ejercicio
de etiquetar, de murmurar,
de llegar a falsas tierras prometidas.

Y es que los que no me conocen
presuponen.





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